Un futuro que se escurre de tus bolsillos
PenguinAbdulrazak Gurnah | Un largo camino | Penguin | 304 Páginas | 20,90 EUR
Abdulrazak Gurnah, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2021, es uno de esos escritores cuya obra nunca se impone de forma ruidosa en primer plano. Sus novelas se caracterizan por una fuerza silenciosa y lacónica; reivindican la lentitud en un tiempo cada vez más acelerado. Un largo camino es su primera novela desde el Premio Nobel, y es un libro sorprendentemente modesto que se niega a aparecer como una "gran novela mundial post-Nobel". Al contrario, al principio parece casi sobria, contenida, observadora. Y es precisamente en esta contención donde radica su poder subversivo, aunque en esta ocasión Gurnah no alcance siempre la profundidad de campo de sus obras anteriores.
La novela transcurre en la Tanzania actual. No hay retrospecciones coloniales, ni tragedia histórica de fondo, ni una mirada al viejo orden mundial a orillas del océano Índico: todo lo que suele asociarse con Gurnah está sorprendentemente ausente aquí. En cambio, sitúa en el centro otra transformación: la llegada del turismo y el capital a Zanzíbar, esa destrucción creativa que está sacudiendo el tejido social de manera al menos tan radical como lo hicieron en su día los gobernantes coloniales. Desde esta perspectiva, Un largo camino recuerda de forma llamativa a la gran obra maestra Broken Drum del autor keniano David Maillu. Ambas novelas narran la transformación social no desde la teoría, sino a través de los movimientos más sutiles de la vida cotidiana, de las rutinas familiares, de los silencios en las conversaciones, de las crueldades incidentales.
Los tres jóvenes protagonistas —Karim, Fauzia y Badar— representan a una generación de cosmopolitas tanzanos que piensan, sueñan y actúan más rápido de lo que la sociedad cambia. Karim regresa a Dar es Salaam tras sus estudios, lleno de ideas y promesas liberales. Fauzia ve en él tanto a su amante como la llave hacia una vida fuera de la sobreprotección de su familia de origen. Y Badar, el más pobre y sensible de los tres, intenta escapar de la gravedad de sus propios orígenes. Incluso aquí, Gurnah revela una jerarquía social que ya no tiene nada que ver con las órdenes coloniales y que, sin embargo, arrastra sus largas sombras.
Estilísticamente, la novela de Gurnah resulta al principio irritantemente casual: charlas cotidianas, pequeñas escenas, diálogos vagamente anudados, momentos que parecen casi redundantes. Uno se pregunta al comienzo si esta prosa no será demasiado ligera, demasiado silenciosa, demasiado apegada al flujo de una vida aparentemente insignificante. Pero, como suele ocurrir con Gurnah, lo aparentemente intrascendente está compuesto con gran artificio. Los saltos temporales casi erráticos —una frase y tres años pasan como un parpadeo— abren la textura y muestran lo frágil que es esta vida. Los personajes envejecen más rápido de lo que crecen. Las oportunidades aparecen y desaparecen como líneas de costa bajo la lluvia del monzón.
Algunas escenas secundarias poseen una carga emocional sorprendente. Por ejemplo, la historia de una mujer cuyo "infortunio sin deseos" oscila entre su hijo, una maestra bienintencionada pero demasiado exigente y el miedo a las crisis epilépticas. Es en estos pequeños abismos donde Gurnah vuelve una y otra vez a su antigua forma, precisa, silenciosa, afilada como un cuchillo.
En el fondo, Un largo camino es una novela sobre la movilidad social, sobre la posibilidad —y los límites— del ascenso en un país en el que la riqueza y la pobreza están cada vez más cimentadas. A medida que avanza la trama, la cuestión de quién puede robar, a quién se roba y quién posee algo se convierte en un tema cada vez más político. La vida de Badar en particular —marcada por un robo que apunta más allá de él— muestra cómo las jerarquías sociales regresan, incluso cuando el marco histórico ha cambiado. Gurnah sugiere que los modernos estratos de clase tanzanos no son invenciones nuevas: reproducen desigualdades establecidas desde hace mucho tiempo y solo desplazan su superficie visible.
La novela gana profundidad política a medida que se acerca al presente. La corrupción emergente, la violencia silenciosa de las dependencias económicas, la mecánica de un Estado que desangra a su juventud... Gurnah no describe todo esto de manera frontal, sino a través de las grietas de su narración. Basta una cláusula subordinada, una mirada a las cambiantes condiciones laborales, un comentario al borde de la carretera. Y de repente se entiende por qué las elecciones en Tanzania a finales de octubre de 2025 fueron tan desastrosas, y por qué, curiosamente, solo en Zanzíbar no hubo enfrentamientos callejeros. La novela ofrece una explicación sutil, casi imperceptible: una sociedad que ha aprendido a vivir con pérdidas no se rebela de inmediato; se vuelve insensible, flexible, pasiva, exhausta.
Sin embargo, por sólidas que sean las observaciones de Gurnah, Un largo camino se permite momentos en los que la novela parece demasiado ligera, demasiado cauta, demasiado indecisa. El final, por ejemplo, transcurre casi como una telenovela, como si Gurnah hubiera temido dar a la obra un desenlace claro y nítido. Tal vez sea intencionado: la apariencia de ligereza, tal y como la conocemos de las tradiciones narrativas latinoamericanas. Pero tal vez falte aquí la contundencia que Gurnah siempre tuvo en sus novelas anteriores.
No obstante, Un largo camino es una novela inteligente, serena y a veces contradictoria, que cautiva precisamente por su calma. Muestra una Tanzania que se tambalea entre el despertar y el estancamiento, entre el auge del turismo y el desgaste moral, entre los viejos sueños y las nuevas desigualdades. Gurnah no ofrece una gran lección, una tesis o una acusación. Pero muestra cómo una sociedad cambia sin darse cuenta, y cómo los jóvenes intentan no naufragar en ese proceso.
Y quizá esa sea precisamente la mayor virtud de esta primera novela tras el Nobel: la negativa a comprometerse con la obligación narrativa de la "gran obra". Gurnah sigue siendo Gurnah: silencioso, inteligente, vigilante. Un escritor que hace visibles los cambios a través de pequeños gestos. Un autor que demuestra que lo aparentemente trivial es a menudo lo más político.
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