Nuestra cuota de felicidad
PenguinRon Rash | The Careteker | Penguin Random House | 272 pages | 24 EUR
Ron Rash probablemente sólo sea conocido por unos pocos lectores fuera de Estados Unidos. Esto puede deberse al hecho de que Rash, nacido en 1953, es ante todo un maestro del relato corto clásico y también escribe poesía, ni lo uno ni lo otro suele "exportarse", a pesar de los numerosos premios recibidos. Y luego están las novelas, dos de las cuales fueron llevadas al cine por directores inusuales, David Burris (El mundo enderezado, 2006) y Susanne Bier (Serena, 2008); novelas que siempre cuentan historias "clásicas" del corazón oscuro de Estados Unidos.
Al igual que sus relatos, el lenguaje de Rash y la estructura de sus historias son "clásicos". Son textos que podrían haberse escrito a mediados del siglo pasado. Nada aquí es posmoderno, no hay experimentación, el corazón de estos textos es siempre la narrativa. Esto es sumamente beneficioso, más aún tratándose de una novela tan densa y elegantemente escrita como The Caretaker, publicada en Estados Unidos en 2023 y traducida magistralmente al alemán por Sigrun Arenz con el sutil ritmo propio de Rash.
Aunque el uso de un lenguaje sencillo pero muy intencionado por parte de Rash y la traducción de Arenz sean una delicia, uno puede sentirse desconcertado al principio y preguntarse qué se supone que significa para nosotros hoy en día una historia americana sobre el país durante la Guerra de Corea. Al fin y al cabo, la historia que aquí se cuenta de unos sencillos granjeros y una familia de comerciantes en la América rural, evoca inicialmente asociaciones con la literatura de tiempos pasados, con la gran epopeya sobre la tierra de Knut Hamsun, con Bendiciones de la Tierra, y con otro Premio Nobel casi olvidado, Władysław Reymont y su Los campesinos. Y, por supuesto, Romeo y Julieta de Shakespeare.
Todo esto lo cuenta Rash con el espeluznante telón de fondo de la Guerra de Corea, a la que Jacob, procedente de una familia acomodada aunque rural, se enfila dejando embarazada a su novia Naomi, menor de edad. Los padres de Jacob están perplejos ya que no han consentido este matrimonio. Pero el regreso de Jacob les ofrece una segunda oportunidad. Rash escenifica este regreso del hijo pródigo de forma emocionante, sombría y desesperada, y siempre sorprendente. No sólo porque consigue exponer de forma sublime las jerarquías de la sociedad estadounidense, sino también porque sabe poner en palabras el regreso, la esperanza, la mentira y la traición de forma tan sucinta y precisa, pero al mismo tiempo tierna, como Leonard Frank lo hizo con su gran novela de amor y retorno a la guerra Karl y Anna, que fue llevada al cine en 1947 como Deséame con Robert Mitchum y Greer Garson.
En The Caretaker de Rash también hay un representante del amor, el mejor amigo de Jacob, Blackburn Gant, y en el caso de Rash, como en el de Frank, los muertos resucitan, a diferencia de la época de Shakespeare en la que era obligatorio un final patético. Con Rash, la realidad es obligatoria. Aunque también se responsabiliza a los padres al esbozar su propia pequeñez interior, cuáles son sus motivaciones en la vida: "Siempre se ha tratado de intentar conservar algo que la gente quería arrebatarnos, ¿verdad? (...) Sí, y esa es la razón por la que la vida nos debe algo. Nuestra parte de felicidad."
Este breve diálogo de los padres de Jacob sobre una pequeña vida, explica esa vida y también la grieta que recorre no sólo esta zona rural de los años cincuenta, sino toda América, de hecho la mayor parte del mundo, hasta el día de hoy; explica la guerra que asuela un continente lejano, una guerra que no podría estar mejor justificada por esta moral. Y también las matanzas y los sueños de los muertos que tienen todos los que se han visto arrastrados a estas guerras.
Rash deja hablar a estas voces sin ser ruidoso, explica lo grande con lo pequeño e incluso tiene algo parecido a la esperanza al final de este sombrío relato cuando muestra, como hizo en su día el filósofo y sociólogo alemán Arno Plack, de forma tan asombrosa como sencilla, cómo funciona quizá lo más importante en la vida: vivir sin mentiras.