Nada es seguro: en ningún momento y en ningún lugar

Nada es seguro: en ningún momento y en ningún lugar

La novela de Alhierd Bacharevič "Los perros de Europa" es un caleidoscopio, un salón de espejos, una montaña rusa, casi una fantasía alucinógena . En resumen: ¡una experiencia de lectura extraordinaria!
Alhierd Bacharevič
Bildunterschrift
Alhierd Bacharevič
Europas Hunde

Alhierd Bacharevič | Europas Hunder | Voland & Quist | 744 páginas | 36 EUR

El escritor y ensayista bielorruso Alhierd Bacharevič publicó la novela Los perros de Europa en 2017 en su Bielorrusia natal, donde ha estado prohibida desde entonces. En la primavera de 2024 la editorial Voland & Quist la publicó en alemán. El autor escribe desde una perspectiva mágica. ¿ Y qué es eso de una perspectiva mágica? En Chad (dirigí un proyecto allí a mediados de los ochenta, lejos de cualquier ciudad grande), puede ocurrir que un empleado llegue al trabajo con una pequeña herida en el dedo y, cuando le pregunten qué le ha pasado, responda: "Me ha mordido la sierra". El pensamiento mágico otorga vida propia a todo. No hay que confundirlo con el realismo mágico, esa fórmula mágica que los escritores (no solo latinoamericanos) utilizan a menudo para hacer la realidad un poco más soportable. Para quien piensa mágicamente, las cosas no están "muertas", como las describimos en el pensamiento racionalista, sino vivas y capaces de actuar. Esta forma de pensar, este método, recorre toda la novela. Al principio del libro, un policía le dice a Oleg Olegovich, el protagonista de la primera parte, que probablemente sabrá muchos idiomas. Oleg responde afirmativamente, pero entonces se pregunta quién conoce a quién, si él los idiomas o los idiomas a él. Normalmente, es el lector quien lee un libro, pero con Los perros de Europa es diferente. Aunque por supuesto aquí el lector lee el libro, ocurre al mismo tiempo lo contrario: que el libro lee también a su lector.

El pensamiento mágico tiene un efecto inmediato en el lenguaje. El autor presenta imágenes completamente inesperadas en casi todas las páginas y a menudo las combina con características contradictorias. Está tan bien escrito que nunca parece descabellado, artificial o rococó. No. Todo es coherente, y el traductor del bielorruso al alemán, Thomas Weiler, ha hecho un trabajo tan titánico como el autor. Aunque Los perros de Europa es cualquier cosa menos un libro fácil, no querrá dejarlo. Así es de apasionante.

Al abrir el libro, tras el índice encontramos un fragmento de un poema de W. H. Auden sobre la muerte de W. B. Yeats. Aparecen impresas dos estrofas y media de la tercera parte del poema.
"En la pesadilla de la oscuridad / Todos los perros de Europa ladran, / Y las naciones vivientes esperan, / Cada una secuestrada en su odio;"
El extracto termina con el verso: "Sigue, poeta, sigue derecho/ Hasta el fondo de la noche..."

Lo cual evoca la siguiente imagen: Europa está al borde del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los perros son los belicistas, las naciones se odian y el descenso a las profundidades del infierno es inminente. Pero Alhierd Bacharevič nos está manipulando. No está citando correctamente, porque los tres puntos no existen en el poema de Auden. Bacharevič los ha añadido y, al mismo tiempo, ha omitido los dos versos siguientes:
"Con tu voz incontenible/ persuádenos de ser felices;"

Estos dos versos dan al poema un giro diferente. En la novela Los perros de Europa, el autor nos confunde constantemente de modo similar. Los perros pueden ser los belicistas, pero también todos nosotros, que somos atrapados por los perreros cuando lo consideran necesario. Todo tiene un doble sentido.

Alhierd Bacharevič menciona en su libro -o alude a- casi todas las novelas importantes de la cultura europea de los últimos 200 años . Pero la Odisea y los Cuentos de las mil y una noches son también puntos de referencia. También Pitágoras, que prefería que lo mataran a que lo molestaran mientras trazaba círculos, aparece dos veces, indirectamente. El maravilloso viaje de Nils Holgersson con los gansos salvajes, de Selma Lagerlöf, desempeña un papel importante, pero Alhierd Bacharevič cuenta la historia del joven Nils en dos versiones diferentes, ninguna tal y como Selma Lagerlöf la concibió. Kafka ronda casi todas las partes, pero sólo se le menciona por su nombre en la última (El rastro). (Una calle de Praga se llama calle Gregor Sander, en alusión al relato de Kafka La metamorfosis, salvo que allí el protagonista se llama Gregor Samsa). Y Dioniso, el dios griego del vino, que trae el caos y es el antagonista del racional Apolo, que representa el orden, también entra en juego en este libro. ¿Por qué si no tanta gente consume alcohol como elixir de vida? La gente está tan enredada en su destino como los personajes de las primeras tragedias griegas. Y el protagonista de la última parte, Teresius Skima, un hombre apuesto e interesado por la moda en el año 2050 que lleva con naturalidad una escasa minifalda, ¿no toma su nombre de pila de Tiresias, el vidente ciego de la mitología griega, que vivió durante unos años como mujer?

El extracto del poema que hay al principio del libro se presenta como una dedicatoria que me pareció una puerta que tenía que atravesar con la cabeza humildemente inclinada. Primero entramos en el mundo de Oleg Olegovich. Se encuentra sometido a un interrogatorio porque la policía tiene que investigar la muerte de un joven al que conocía, y todo gira en torno a una lengua artificial, el balbuta, que Oleg ha inventado. ("Lo llamé Balbuta. Sólo Dios sabía por qué. Y ese dios era yo"). Basado en el verbo francés "balbutier", balbuta significa balbucear o tartamudear. Para Oleg, su lengua inventada es una lengua de libertad y gran belleza. No es especialmente adecuada para el rigor, la disciplina, la ley y el juicio. El balbuta es el tema central de la novela. La lengua de la libertad. Siempre hay algunas frases, secciones, incluso algunas páginas que están escritas íntegramente en balbuta.

Esta primera parte (Somos tan ligeros como el papel) cuenta cómo Oleg desarrolla la lengua y acaba formando un pequeño círculo de cuatro hablantes. También trata de la dictadura en Bielorrusia y la pretensión de Rusia de conquistar los territorios que perdió después de 1991. Y de más cosas, si se quiere. Lo presenta a través de los juegos de los adolescentes y escribe frases como ésta: "Sus pueblos, apresuradamente unidos, hablaban alegremente ruso, aunque sobre el papel tenían sus lenguas nacionales. Resulta familiar, ¿verdad?". Vladimir Putin aparece retratado, aunque de forma velada, como un niño inmaduro que intenta descifrar el juego al que juegan unos muchachos. En la última parte (El Rastro), ambientada en 2050, existe un "Nuevo Imperio Ruso", que de nuevo incluye a Bielorrusia. Frente a él hay una Gran Europa que, curiosamente, tiene fronteras interiores estrictamente vigiladas y sus propias monedas nacionales. El euro y el espacio Schengen ya no existen, pero los rusos aún no han podido arrebatar a Occidente los países bálticos; es la frontera oriental de la Gran Europa.

La segunda parte (De gansos, hombres y cisnes) transcurre en 2049 en un pueblo de la frontera occidental rusa, no lejos de Minsk. Los habitantes viven en extrema pobreza y bajo vigilancia constante, bajo amenaza de ser azotados. Casi todos los jóvenes son reclutados para el servicio militar y nunca regresan, sobre todo en la frontera sur. Bishkek, Kabul, Teherán, Harbin y Pyongyang son todas ciudades rusas, o al menos eso creen los aldeanos. Pero también creen que Minsk, la antigua y cercana capital bielorrusa, ya no existe. Igual que París, sobre la que en su día se lanzó una bomba (¿atómica?). Pero Minsk y París hacen acto de presencia después de todo.

Las seis partes de la novela se caracterizan por personas que piensan y se cuestionan las cosas. Sólo éstas importan de verdad. Oleg es una de esas personas, al igual que dos de los tres jóvenes con los que comparte su lenguaje de libertad. En la segunda parte es un niño, en la tercera (El bosque de los neandertales) un viejo chamán, en la cuarta (Treinta grados a la sombra, novela de un día de verano) es de nuevo Oleg, que recorre con una bolsa de plástico en un día de verano la ciudad de Minsk tal y como podría haber sido en 2015. Se supone que debe entregar la bolsa de plástico a alguien para su madre. ¿Pero se trata realmente de Oleg? Al igual que Oleg, el narrador en primera persona vive en un piso minúsculo, y como lectores pensamos inmediatamente en él, pero este narrador ve por casualidad a Oleg en un café cuando está hablando con su primer alumno en balbuta. Esta escena ya la conocemos de la primera parte. En la quinta parte (La cápsula del tiempo), Oleg aparece como profesor, pero no sabemos que se trata de él hasta la sexta parte (El rastro). En este último gran relato, en el año 2050, ya no hay literatura ni poesía, ni en Occidente ni en Oriente. La sola idea resulta vergonzosa. ¿Libros? ¡Qué asco!

Además de las seis secciones principales, en las que siempre hay al menos un elemento que actúa como testigo en una carrera de relevos, hay cinco secciones más cortas, poemas y una receta italiana, que por supuesto también es un poema, por puro sabor, y porque contiene frases como esta: "... albahaca, cúrame de celos, de rusismo y otros delirios...".

Los perros de Europa es como una montaña rusa. Para subirse hay que armarse de valor, pero las recompensas son abundantes. Afortunadamente, el editor ha colocado los números de página casi flotando en la parte superior del margen izquierdo, unos dos centímetros por debajo del texto. Esto permite sujetarlos una y otra vez mientras se lee, como los asideros de un coche cuando este toma curvas muy pronunciadas o sube y baja una cuesta. ¿Por qué a la izquierda y no a la derecha? Porque el lector es un conductor, no un pasajero. Alguien que actúa y sobre el que no actúan, por ejemplo, los dictadores. Alguien que hace preguntas y sabe que no todas tienen respuesta. Así es como Alhierd Bacharevič ennoblece a su "clientela".

Quienes se enganchen a este libro quedarán encantados. Sin embargo, en la última parte, a veces ya no sabrán si siguen en el cielo o están en el infierno. Y tampoco estarán muy seguros: ¿existe una diferencia clara entre ambos? ¿No son el infierno y el cielo intercambiables, al menos un poco, como los puntos blancos y negros del yin y el yang?

Pero no hay vida sin esperanza, aunque la palabra esperanza no aparezca ni una sola vez en 740 páginas. El autor pone en boca de Oleg Olegovich las siguientes palabras en la página 21: "Sé que lo imposible es posible. Si no, no habría necesidad de vivir". Así es como se superan los momentos difíciles.

 

Libro revisado