Obituario

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Obituario

Una historia del norte de Macedonia - traducida al alemán por Ksenija Chochkova
Igor Angjelkov

Es verano en el Norte (invierno en el Sur) y, durante el mes de agosto, Literatur.Review los reúne a todos, publicando relatos inéditos o no traducidos del Norte y del Sur de nuestro planeta.

Igor Angjelkov (*1974) es un escritor, editor, director y periodista cultural de Skopje.

Goran estaba perdidamente enamorado. Sólo unos pocos amigos conocían su secreto, dos como mucho. Eran sus aliados, dispuestos a todo para que su sueño se hiciera realidad, para ayudarle a conseguir una señal positiva. Cada mañana se despertaba pensando en ella, en la bella Mia de ojos azules, mirada penetrante y hermosa sonrisa. Muchas chicas de su clase estaban enamoradas de Goran, pero Goran estaba enamorado de Mia, que estaba en otra clase. 
Goran tenía una bicicleta de cinco velocidades que le encantaba. (De niño, tuvo una Pony con la que aprendió a montar. Desde entonces, consideraba el desplazamiento sobre dos ruedas como el invento más ingenioso de la humanidad). La nueva bicicleta había avivado aún más su entusiasmo por el ciclismo. El sillín era bajo y el cuadro, pintado de rojo y negro, tenía aspecto supersónico. Era el único del barrio que poseía un modelo semejante. Goran había elegido accesorios que la hacían destacar aún más entre las demás bicicletas. Los reflectores, dos en cada rueda, eran sobrios y discretos. Tenía una luz delantera para circular de noche que era redonda y no cuadrada como en las otras motos. Lo más sorprendente era una bocina extra fuerte con diferentes tonos que estaba fijada al manillar. También se podía utilizar como walkie-talkie, si se conectaba con un cable. Si un niño del barrio se cruzaba en su camino, pulsaba el claxon y disfrutaba del susto que le provocaba la fanfarria. 
La bicicleta era también su mayor arma para intentar ganarse el corazón de Mia. Ella no vivía muy lejos, en la siguiente calle paralela, y todos los días Goran pasaba varias veces en bicicleta por delante de su portal con la esperanza de verla y entablar conversación con ella. Pero nunca ocurría. Los días, las semanas y las estaciones se sucedían, y Goran seguía locamente enamorado. 
En el colegio, Goran y Mia solían coincidir en el pasillo al salir de clase. Hablaban, se chocaban los cinco y él se hacía ilusiones. Goran intentaba que no se le notase y se mostraba tranquilo y reservado aunque sintiese revolotear mariposas en su estómago. Pero por las tardes, cuando no estaban en clase, se convertía en un adolescente enamorado esperando fervientemente que su amor fuera correspondido. "El amor verdadero sólo puede surgir fuera del colegio", creía, porque la decisión de tener una relación debía tomarse en privado y no en la escuela, que los agotaba y les robaba el tiempo libre.
Lo mismo ocurría en las excursiones escolares. Durante las excursiones de un día, que se pasaban volando, Goran aprovechaba cada minuto para estar cerca de Mia. Jugaba a las cartas, al voleibol, al balonmano, etc. En un viaje de varios días en el último curso de primaria, incluso consiguió besar a Mia en la mejilla cuando jugaron a la "foto del amor" bien entrada la noche. Luego se fue a la cama feliz y se pasó toda la noche soñando con globos en los que él y Mia flotaban sobre el mar.
De hecho, Goran, que intentaba mostrarse especialmente tranquilo, era un chico particularmente tímido. Cuando se sonrojaba, se le notaba a distancia. La mayoría de las veces, el rubor desaparecía rápidamente, excepto cuando Mia estaba cerca. Goran se dio cuenta de que ella marcaba la pauta en su camarilla, lo que avivó aún más su amor. Era tan enrollada que incluso podía conversar con chicos mucho mayores que ella, tanto de temas triviales como de cosas serias. Él sólo era capaz de hacerlo si estaba rodeado de gente conocida, porque entonces se desbloqueaba. Cuando visitaba a familiares o amigos con sus padres, nunca se separaba de las faldas de su madre. Increíble. Imaginaba que su timidez desaparecía en el aire como por arte de magia y se animaba a dar el primer paso, que a menudo visualizaba con todo detalle y en muchas variaciones: preguntarle a Mia si quería ser su novia. Pero la timidez que disimulaba tan hábilmente le paralizó hasta la adolescencia. 
Cuando se dio cuenta de que otros chicos empezaban a cortejar a Mia, no pudo soportarlo más y decidió hacer algo al respecto. Una compañera de clase, aliada suya, le pareció la ayudante ideal, ya que ella también se llevaba bien con Mia. Preparó todo con Goca y ella prometió preguntarle a Mia esa misma noche si quería ser su novia. Pero Goran sospechaba que algo iría mal. Esa noche no pudo dormir. No paraba de dar vueltas en la cama; necesitaba una respuesta antes de empezar las clases.
A la mañana siguiente se levantó, se aseó en el frío cuarto de baño, bebió leche con una cucharada de chocolate en polvo "Krash Express" y salió hacia el colegio. Esperaba encontrarse con Goca por el camino lo antes posible para obtener la respuesta que tanto esperaba, pero su cómplice no apareció. Todos los alumnos entraron en clase, se sentaron en sus sillas, y la profesora también llegó, pero Goca se hizo esperar. Llegó unos minutos después, se excusó y se sentó en una fila de bancos paralela a la de Goran. El buscó su mirada y ella sacó de su mochila el libro de texto y el cuaderno de ejercicios que necesitaba para la lección antes de levantarle la vista. Él la miró inquisitivo. Ella levantó la mano, estiró el dedo índice y lo agitó de un lado a otro. La señal inequívoca de un "NO". Goran bajó la cabeza, abatido. Incluso cuando el profesor de la clase le pidió que se sentara derecho, sólo la levantó brevemente. Únicamente cuando sonó el timbre volvió a enderezarse lentamente. 
"¿Qué te ha dicho?", preguntó. "Bueno, Mia dijo que podríais ser pareja, pero más adelante, no ahora", contestó Goca. "¿Cuándo más adelante?", preguntó. "No lo sé, sólo dijo más adelante. Quizá dentro de unos meses, un año, dos...". No quería hacerle daño, quería infundirle esperanza. Esperanza de que quizás Mia también pensaba en él, como él sólo pensaba en ella día tras día. "¿Pero qué clase de respuesta es esa?", pensó Goran. "Más tarde. ¡Cuando seamos viejos!", quiso gritar, pero habría resultado incómodo exponerse así. Su compañera ya había hecho bastante, así que le agradeció su ayuda. En realidad, Goca amaba a Goran, pero él no se daba cuenta y ella lo ocultaba hábilmente.
Goran se encontraba en una encrucijada, preguntándose qué iba a hacer en adelante con el amor de su vida. Se lo había pedido a Mia... Bueno, no directamente, sino a través de una intermediaria, pero eso era mejor que nada. Tal vez debía armarse de valor una vez más. Después de todo, ya sabía que más adelante podrían ser pareja, así que era una buena pista. Quizá incluso un incentivo para pedírselo personalmente. 
Iba a ser un momento difícil. Muy diferente al anterior. Cuando miraba a Mia, ella parecía ignorarle. Tal vez incluso se esforzaba por evitar que sus miradas se cruzaran. Siguió pasando por delante de su casa en su bicicleta roja y negra, con la esperanza de que ella apareciese en la puerta para hablar con él e invitarle a entrar en su habitación, que conocía al detalle por las descripciones de Goca. Como esa invitación no llegaba, una nueva fantasía se formó en su cabeza. 
"Eh chicos, ¿cómo se desenamora uno?", preguntó durante una de las largas pausas. Los chicos se rieron, algunas chicas empezaron a discutir seriamente su pregunta. Goran no les entendía, así que decidió tomarse las cosas con calma. Aplastar y sofocar su gran amor y no dejar que volviera a su cabeza, su estómago o su corazón. "Funcionará", se animó. "Será duro, pero no hay otra salida." Mia había aplazado su felicidad compartida hasta  un futuro lejano, lo cual le dejaba un pequeño resquicio de esperanza. Pero él quería experimentarla antes. En aquel instante, cuando su amor era ardiente y profundo, por patético que sonara. Pero las cosas nunca salen como uno quiere.
Goran salía cada vez menos, su habitación se convirtió en su único refugio. Se moría de ganas de que terminara el último curso para poder irse a otro colegio, donde conocería a niños de otros barrios y se olvidaría de Mia. Ése era su objetivo, y cada día estaba más cerca de conseguirlo. Dedicaba su tiempo libre a dibujar, escribir, leer y trabajar en el jardín. A sus padres les encantaba ver tantas flores de colores y que el césped estuviera tan bien cuidado. Un pasatiempo aún mejor que cortar el césped era, por supuesto, ver películas. Un día Goran se despertó y ya no sentía los retortijones de estómago que le habían atormentado, seguidos de diarrea. Se sentía confiado e invulnerable, como si la experiencia de la vida le hubiera hecho maduro y fuerte. 
Entonces ocurrió algo que nadie esperaba. Fue como un trueno en un cielo sin nubes. El novio de su hermana mayor falleció. Ambas familias estaban de luto, su hermana se aisló y todo a su alrededor se volvió pesado y negro. Goran no quería pasar otro dolor después de haber superado el último. "Pero así es la vida, cruel e impredecible", se dijo a sí mismo. 
"Quiero que escribas el obituario", le pidió su hermana. "Tú puedes hacerlo mejor que yo, he estado leyendo tus cuadernos a escondidas, lo siento", sollozó entre lágrimas, "pero escribes muy bien, así que te pido como hermano que escribas unas frases por mí". Goran se quedó desecho. Era una violación de la regla no escrita entre ellos que siempre había respetado: no hurgar en las pertenencias personales del otro. Pero no era momento de reproches. La muerte de su novio había golpeado duramente a su hermana; llevaban juntos tres o cuatro años. Prometió escribir el texto por la tarde.
Se encerró en sí mismo para reflexionar sobre lo que debía escribir. Era realmente injusto que su hermana le pidiera algo así. Ella debía saber mejor que nadie cuáles debían ser las últimas palabras para su amor, que había dejado este mundo tan pronto. Pero no quería ser mezquino, y se dispuso a hacerle ese favor a su hermana. Y fue entonces cuando se dio cuenta. Goran se dio cuenta de que era el mejor momento para dejar fluir sus propios sentimientos y escribir un obituario para su primer amor, ese que ya había superado. Seguía siendo tímido, pero la experiencia le había hecho madurar. Era capaz de mostrar sus sentimientos sin avergonzarse. Animado, se sentó en su escritorio, cogió papel y bolígrafo y escribió. Mientras su hermana leía, empezó a llorar desconsoladamente, aunque él creía que ya no le quedaban más lágrimas, lo que sólo podía significar una cosa: sus frases encajaban perfectamente en ambas situaciones. ¡Había dado en el blanco! 
El funeral fue un acontecimiento triste, todos los que pudieron acudir lo hicieron, incluida Mia. Durante el panegírico del sacerdote, sus miradas se cruzaron, pero Goran apartó la vista y se puso sus gafas oscuras. Ahora podía mirar a Mia todo el tiempo que quisiera, su visión le dejaba indiferente. Se había desenamorado... Su dolor se había esfumado, Goran era libre. 
A la mañana siguiente compró el periódico en el quiosco. Cogió dos ejemplares, uno para sus padres, que también se habían sentido muy afectados por la muerte, y otro que se guardó para él. Por la tarde, al volver del colegio, cogió unas tijeras, recortó el obituario y lo colgó encima de su cama como recuerdo de la época en la que conoció a su primer gran amor. 
Muchos años después, Goran entró en una tienda de un centro comercial. Se sorprendió al ver a la dependienta, le recordaba a alguien. "Ah, sí, ése fue mi primer gran amor", pensó, y por un momento sintió esa vieja inquietud, esa timidez que hacía tiempo que no estaba allí, pero que parecía estar enterrada en lo más profundo de su ser y sólo esperaba el momento para salir a la superficie.
"Hola Goran, hola, cuánto tiempo sin verte", le saludó Mia con sorpresa y familiaridad, como hacía quince o veinte años, cuando aún eran niños. Seguía siendo atractiva, con aquellos ojos azules que parecían atravesarlo. Es cierto que sus muslos se habían ensanchado y el trasero le colgaba más bajo, pero seguía tan guapa como siempre. Goran sonrió y se acercó a ella. Conforme avanzaba, se sacudió el sentimiento que se había apoderado de él por un momento, dejándolo caer al suelo y romperse en mil pedazos, porque ya no era suyo. Intercambiaron banalidades sobre su vida cotidiana, los viejos tiempos, los típicos temas que surgen en una conversación de diez minutos entre personas que llevan mucho tiempo sin verse y a las que les han pasado muchas cosas entretanto. Al final, se despidieron con la intención de volver a verse pronto y quizá ir a tomar un café.
Goran salió de la tienda un poco irritado, cosa que ocultó con éxito a su primer amor. La irritación se convertía en amargura a cada paso que daba y la amargura era cada vez más fuerte. Goran se dio cuenta del tipo de persona que era. Había mantenido relaciones casi sin interrupciones en los últimos años, pero ninguna mujer le había durado. A menudo, ambos lo habían intentado tras rupturas más o menos dolorosas. Pero tras el primer o segundo encuentro, él no le veía sentido y ponía fin al contacto, mientras que sus amigos seguían quedando con sus "ex", a veces incluso volvían a enamorarse y a romper de nuevo. De repente comprendió quién era y cómo se comportaba con los demás. No sabía si esto era bueno o malo, si se había convertido en un hombre de principios mezquinos que se había retirado del mundo real, pero así era como se sentía en el fondo. "¿Hay algo malo en ello?", se preguntó Goran mientras atravesaba la plaza y el cielo se oscurecía sobre él. "Sólo quiero protegerme". 
A veces se imaginaba cómo habría sido su vida si hubiese acabado con Mia... o con Suzanne... o con Beatrice... ah, Beatrice... o con Saga... o Fanny... A todas les había entregado una parte de sí mismo, a todas las había querido tanto porque no podía evitarlo, porque tenía que comprometerse por completo en la relación, sin excusas, sin prejuicios. Por supuesto, ellas también se habían comprometido, pero nunca de forma tan implacable. Por eso Goran no podía volver con ellas. Para él, lo pasado, pasado estaba. No había vuelta atrás. Era lo que había pensado tras el fin de su primer gran amor y seguía siendo su máxima. ¿Quién sabe si era lo correcto? Pero estaba en su derecho de actuar así. 
Mientras esto pasaba por su mente, Goran llegó a su nueva bicicleta de diez velocidades, comprada en el mercadillo. Abrió el candado y se subió. Justo cuando pisaba los viejos y chirriantes pedales, un aguacero torrencial convirtió la ciudad en un velero que se tambaleaba.


Sobre la traductora

Ksenija Chochkova es una gestora cultural, traductora y comisaria cuyo trabajo se centra en los procesos de intercambio intercultural; entre otras cosas, fue cofundadora y codirectora del Centro Cultural CK de Skopje (Macedonia), becaria de la Fundación Robert Bosch en el Centro Sociocultural E-Werk de Friburgo y becaria de la Fundación Cultural Federal Alemana en la Staatliche Kunsthalle Baden-Baden. 

Este relato pertenece a la colección de cuentos "Double Exposure", publicada en 2022 por ILI-IL, Skopje, Macedonia del Norte.