Hiroshima en tres grafías

Hiroshima en tres grafías

Shaw Kuzki muestra en «Soul Lanterns» cómo los recuerdos se transmiten de generación en generación y se transforman. Su novela juvenil combina la verdad histórica, la condensación poética y los silenciosos rituales de una ciudad inquieta
Foto Shaw Kuzki
Bildunterschrift
Shaw Kuzki
Buchcover  Shaw Kuzki Soul Lanterns

Shaw Kuzki | Soul Lanterns | Penguin | 176 páginas| 8,99 USD

«La niña de la foto
junto al niño fallecido en la guerra
será madre algún día». – Shaw Kuzki

Con estas tres líneas —un tanka, conciso, concentrado, de una suavidad casi cortante— se abre en medio de Soul Lanterns, de Shaw Kuzki, un espacio de resonancia que cristaliza el tono de toda la narración. El tanka, una forma poética japonesa de más de 1300 años de antigüedad compuesta por 31 sílabas (o moras), captura un instante: preciso, musical, sin adornos. Así es precisamente como trabaja Shaw Kuzki. Ella revela momentos que de otro modo se perderían tras rituales y gestos transmitidos, y les da voz.

El libro de Kuzki, de 2025 —es decir, 80 años después del lanzamiento de la bomba atómica—, publicado en alemán por Baobab Books y traducido con sensibilidad por Sabine Mangold (la edición inglesa se publicó en 2021 y el galardonado original japonés en 2013), nos lleva a la Hiroshima actual, una ciudad que en Japón se escribe de tres maneras: 廣島 para la ciudad antes de la bomba, ヒロシマ para la destruida y 広島 para la reconstruida. Tres escrituras, tres épocas, y sin embargo una sola fractura que se extiende hasta el presente de las generaciones posteriores.

Nozomi, de doce años, vive en este campo de tensión sin poder nombrarlo al principio. La ceremonia anual del 6 de agosto, la campana del Parque de la Paz a las 08:15, las linternas en el río: todo le resulta familiar, casi natural. Solo un proyecto escolar que da voz a los supervivientes del bombardeo atómico despierta en ella y en sus amigos una inquietud. ¿Qué ocurrió realmente entonces? ¿Y qué significa para quienes nacieron décadas después?

Kuzki plantea estas preguntas sin patetismo, con un lenguaje comedido y claro que conmueve precisamente por su delicadeza. Las conversaciones de los jóvenes con sus abuelos, vecinos y parientes abren las puertas a historias que habían estado encerradas durante mucho tiempo. Y poco a poco comprenden que la memoria no es un objeto de museo, sino una red viva, a veces dolorosa, que atraviesa su presente.

Es impresionante el equilibrio que encuentra la autora: entre el horror histórico y una vida cotidiana marcada por las conversaciones en el patio del colegio, las inseguridades y las pequeñas alegrías; entre la carga de una ciudad que se convirtió en símbolo de la destrucción global y el silencioso deseo de los jóvenes de comprender quiénes son bajo esta sombra. Los poemas tanka intercalados refuerzan esta impresión: funcionan como pausas para respirar en las que la propia narración se recompone.

Precisamente hoy, en un mundo en el que las tensiones geopolíticas vuelven a intensificarse y los arsenales nucleares se modernizan, este libro juvenil se percibe como un urgente contrapunto. Mientras que películas como A House of Dynamite, de Kathryn Bigelow, muestran lo cerca que está nuevamente la actualidad del abismo, Kuzki dirige la mirada hacia el después: hacia lo que queda cuando lo inconcebible ha sucedido. Y hacia aquellos que no lo han vivido y, sin embargo, son sus herederos.

En el centro de la trama se encuentra el descubrimiento por parte de Nozomi de la linterna blanca de su madre, un símbolo cuyo significado solo se revela más adelante. Es uno de esos momentos silenciosos y profundos en los que el libro muestra todo su poder: no quiere explicar nada, sino permitir que se comprenda. Y es precisamente así como confía en que los jóvenes lectores sean capaces de abordar de forma responsable los capítulos más oscuros de la historia.

Soul Lanterns es un libro juvenil silencioso, intenso, poético y sabiamente compuesto que perdura en la memoria, como el deslizamiento de una linterna sobre aguas tranquilas. Un alegato contra el olvido y una prueba de que la literatura para jóvenes no tiene por qué simplificar ni embellecer para conmover profundamente.


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