Ser capaz de no amar nada ni a nadie
ZsolnayGianfranco Calligarich | Wie ein wilder Gott | Zsolnay | 208 páginas | 24 EUR
Cualquiera que piense en Gianfranco Calligarich, autor nacido en 1947, probablemente recordará su asombroso redescubrimiento literario en 2022, cuando la reedición de su novela de debut, El último verano en Roma, publicada originalmente en 1973, se convirtió en un gran éxito. Se trataba de una novela sobre Roma, pero no romántica, sino más bien un melancólico canto del cisne a la juventud y a los sueños que recordaba al joven Marcello Mastroianni de La Dolce Vita de Fellini, y que estaba escrita de forma tan lacónica e irónica que, cincuenta años después, se sigue leyendo con la misma frescura de entonces.
La nueva novela de Calligarich también está escrita con este ímpetu posmoderno. Esta vez, sin embargo, no trata de su vida, aunque también hay un poco de Calligarich en esta novela ya que, aunque procede de una familia de Trieste, nació en Asmara (Eritrea) en 1947 y luego creció en Milán. Calligarich ya exploró la implicación colonial de su familia en 2017 en su La malinconia dei Crusich, que ganó el Premio Viareggio; en Como un dios salvaje, centra ahora su atención en la implicación colonial que Italia tuvo en las actuales Etiopía y Eritrea, donde se sentaron las bases para que familias como los Calligarich abandonaran su tierra natal.
Calligarich narra la historia de uno de esos aventureros que abundaban en siglo XIX, siendo David Livingstone y Henry Morton Stanley sólo las puntas de lanza de una pequeña armada cuyas hazañas fueron narradas como historias heroicas en todos los formatos imaginables hasta el final de la época colonial. Hoy en día, estas historias se recontextualizan, como por ejemplo en la cautivadora Out of Darkness, Shining Light de Petina Gappah, que ya no cuenta la historia de David Livingstone, sino la de sus porteadores. O, para volver al ámbito cultural etíope, se añade una perspectiva indígena, como en la oscura El rey en la sombra, de Maaza Mengiste. O bien se abandonan todos los adornos de ficción y la historia se disecciona de forma periodística y rigurosa, como en el extraordinario estudio de Michela Wrong No lo hice por ti: cómo el mundo traicionó a una pequeña nación africana.
Por supuesto, Calligarich también es consciente de este cambio en su magníficamente documentado relato sobre Vittorio Bottego, donde la única voz inventada es la del narrador. A través de varias estrategias, Calligarich contrarresta la imposibilidad de contar una densa epopeya heroica de Bottego, que justifica su entrada en Wikipedia únicamente a través de una expedición exitosa por el río Juba y una expedición fallida por el río Omo, durante la cual también perdió la vida.
En cuanto al contenido, se centra en la caótica política italiana de finales del siglo XIX, que oscilaba entre la megalomanía colonial y la crítica mordaz al programa colonial y que en repetidas ocasiones llevó a un oficial del ejército italiano como Bottego a la desesperación porque había que frustrar planes largamente acariciados y buscar alternativas espontáneas. Calligarich retrata a su antihéroe de una forma tan desorganizada y posmoderna que parece actuar siempre según el credo de las grandes figuras de la cultura pop posterior y, en línea con el credo del punk tardío "Es mejor quemarse que desvanecerse", explora sin descanso ríos por descubrir, a veces en vano. No sólo no tiene nada de heroico, debido a actos grotescos y crueles como los fusilamientos de los porteadores por miedo a que deserten, sino que a menudo se muestra tan chapucero, incluso en la fase de planificación, que el lector se sorprende de que Bottego no muriera en su primera expedición. Y el hecho de que Bottego vea a "su" río como un "dios salvaje" y dé título a la novela de Calligarich no la mejora, porque en última instancia el conquistador de tal río, montaña, desierto o mar sigue viéndose a sí mismo como un nuevo dios aún más salvaje.
Además de estos quiebros en la narración, que descartan de entrada cualquier relato heroico, Calligarich también priva a su protagonista de voz propia. Al igual que con su joven héroe romano en El último verano en la ciudad, es la laconía y la ironía lo que repetidamente y de manera contundente interrumpe el flujo de la lectura y genera la irritación que naturalmente sentimos ante nuestras propias expectativas "coloniales" sobre una historia que también es "abundante" en su crueldad. Calligarich no permite que esto suceda. Al contrario, insinúa, esparce cebos, sólo para interrumpir lacónicamente, por ejemplo cuando se trata de las muchas e importantes medias horas de la novela: "Las medias horas. Pero así fue. Y siempre tan lejos. Hasta ahí llegaban las cosas entre ellos dos en San Lazzaro. Delia Montenero. Nada ni nadie sería capaz de amar excepto su vida de descubrimientos". Esto tiene sentido y está ingeniosamente concebido, pero es probable que los lectores que se identifiquen con la novela se sientan decepcionados porque siempre se les priva de lo que se les había prometido.
Como novela, sin embargo, funciona, entre otras cosas porque Calligarich es un cronista de su tiempo que no sólo informa sobre las distorsiones del alma humana y la política del pasado, sino también sobre los deseos neocoloniales de nuestro presente. Al fin y al cabo, un fracasado como Bottego se parece asombrosamente a los exitosos héroes neoliberales de las empresas transnacionales de nuestros días, que no tienen nada que envidiar a los gobiernos coloniales de los siglos XVIII y XIX tanto en su afán de expansión como en las estrategias correspondientes.