Querido Dios, no mires hacia abajo

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Querido Dios, no mires hacia abajo

Una historia zimbabuense desde Jo'burg, Sudáfrica
Philani A. Nyoni
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Philani A. Nyoni

Es verano en el hemisferio sur (e invierno en el hemisferio norte), y durante el mes de enero, Literatur.Review los reúne a ambos a través de la publicación de relatos aún no traducidos o inéditos del norte y del sur de nuestro mundo.

Philani A. Nyoni es un autor nacido en Zimbabue cuya obra abarca la literatura, el cine y el teatro. Sus obras se ha publicado en al menos quince países, algunas han sido traducidas en países como Brasil y Suecia. Desde 2016, ostenta un récord mundial de sonetos shakesperianos, así como más de una docena de nominaciones a premios internacionales por su obra literaria, entre ellos, dos a los African Writer's Awards (prosa y teatro) y, más recientemente, al 2022 Oxford Brookes International Poetry Competition. Es autor de cuatro libros de poesía galardonados y ha recibido el Premio Nacional al Mérito Artístico 2016 (Zimbabue) en Spoken Word.

Victoria salió de mi cama y bajó al tercer piso a hacer la maleta. Yo fui a ver a Wisdom, el vecino de al lado. Un poco mayor, casi treinta y yo tenía veinte entonces, pero un hijo de puta genial, excepto por la vez que dijo que mi apellido significaba "vagina" en su idioma y  con frecuencia me insultaba con unas entonaciones paganas que sonaban como Shamorta. Estaba estudiando informática o una mierda de esas, así que tenía un ordenador con muchas películas y juegos. No sé jugar a un puto juego en el que hay que matar a un general iraní con un dron, así que vimos algo, algo ridículo como Undisputed.

Wisdom también poseía una polla de tamaño legendario, o eso deduje, aunque no había mucho que deducir. La primera vez que lo dijo estábamos relajados en su habitación, Victoria y una flacucha aprendiz de puta a la que estaba enseñando, el chico y yo, cuando la flacucha neófita preguntó si era cierto lo que había oído sobre los hombres tsonga. Él lo confirmó sin un ápice de chalanería en su tono, como haría cualquier hombre. Yo tenía que opinar, así que añadí que el mío era más grande porque vengo de un lugar más al norte y resumí la hipótesis de que, cuanto más te acercas al ecuador, mayor es el espécimen peneano, como lo evidencia la carga anormal que se les atribuye a los nigerianos. No sé si era creíble, pero tenía que decir algo: ¡había dos mujeres allí dentro, joder, y sabía bien por dónde iba él!

Mientras estábamos en eso, Victoria entró, se sentó un rato y dijo que estaba lista para irse. Pausamos Undisputed y yo me lié un canuto mientras salíamos. Llevamos sus maletas hasta Park Station, se despidió de nosotros con un abrazo y se fue a la mierda de ciudad de la que había salido. Durante todo ese tiempo no podía contener la ironía, así que lo dije mientras volvíamos. "Me pregunto cómo lo hace".

"¿El qué?".

"Se despierta en mi cama y sigue con su día como si fuera un martes cualquiera".

A los hombres que se habían retorcido en los Países Bajos de Victoria les resultaba difícil guardárselo para sí mismos. Él no dijo nada.

"Tiene un buen culo. Quiero decir, ¿puede alguien, realmente, objetivamente, darle por detrás?"

Él no respondió.
Había una chica agradable en el edificio, agradable en el sentido de una chica rural con los dientes jodidos pero que aún así sonreía mucho; como una jodida imbécil empapada en licor barato. Una chica sencilla en el carril rápido de la gran ciudad, si te van ese tipo de cosas. A mi vecino, Thando, le iban esas cosas. Al parecer eran de la misma tribu y ella le estaba enseñando su lengua nativa y eso era guay, excepto que ella no aflojaba. Una mañana este chico entra en mi habitación sin llamar, como es costumbre en todos los antros de iniquidad. Tiene una sonrisa en la cara como si acabara de salir de Robben Island... y se levanta la camisa: tenía la barriga encostrada de blanco hasta casi los pezones y esa era toda la evidencia que necesitaba para saber la buena noche que acababa de pasar. No era su chica, la idiota de Jill: se había follado a Victoria. O ella se lo había follado a él. En retrospectiva, todos éramos cazados; cuando la presa dejaba de correr, estábamos en su zona de exterminio dispuestos a tragar veneno y que nos supiese a gloria.

"Vete a la mierda", murmuré, y me volví a dormir, tirando de la manta a tiempo para atrapar los celos que saltaban en el aire de las seis de la mañana. Se fue y maldije.

Siguieron con lo suyo durante un tiempo, creo que la pueblerina lo dejó un poco después de que empezara el asunto; es difícil guardar un secreto del tamaño del culo de Victoria, sobre todo si el secreto es enterrarte en ese culo tan fuerte que con cada embestida puedes ver la sandalia de Jesús. De todos modos, Victoria estaba en su habitación la mayor parte del tiempo, y su habitación tenía una ventana que daba al pasillo, así que escuchábamos un montón de cosas. Finalmente se acabó por algo que tenían en común: sus padres eran ambos pastores en los minúsculos pueblos de mierda de los que provenían.

Una vez, durante las vacaciones, este chico vuelve a casa y hay una gran ceremonia en la iglesia de su padre con pastores invitados y todo ese rollo. Uno de los invitados decide subir al escenario y profetiza: "Hay un chico de por aquí que está estudiando en la gran ciudad . Se lo está montando con una chica de otra puta ciudad de mierda. De modo que, pequeño pervertido fornicador; necesito rezar por ti de inmediato". ¿Te lo puedes creer? La ironía de un predicador menospreciando a otros pueblos; la religión ya no es lo que era; por aquel entonces simplemente saqueabas un pueblo en nombre de Dios en lugar de echar pestes sobre él. De cualquier manera, con las facultades tan intactas como podrían estarlo en un domingo lejos de las luces del libertinaje, este chico razona que la profecía se refiere a él, y que debería tomársela en serio, pero no puede subir allí porque es la iglesia de su padre y seguramente aprendería el final alternativo de la historia de Abraham e Isaac si confesara haber fornicado con esta Jezabel de primera categoría con un culo tan grande que ni siquiera podrías montarla haciendo el perrito. Así que el chico listo decide que va a hacer las paces con el dios de su padre a puerta cerrada y cortar todos los lazos con dicha Jezabel cuando regrese a la ciudad.

Y lo hizo. Pero Victoria estaba tan acostumbrada a pasar el tiempo en aquel piso que no sabía exactamente adónde ir cuando terminó la aventura. Para complicar las cosas, el compañero de piso de Thando estaba interesado en su amiga delgaducha; ¿sabes qué?, la llamaremos Intethe. Como se estaba convirtiendo en toda una ramera y aceptaba aprendices, Victoria no podía juntarse con su compañera de piso, que era una buena chica de pueblo, por lo que tuvo que reclutar a una compañera de correrías de otro piso. Ahí es donde entró en juego Intethe, y como el tipo del otro lado del pasillo había sido inspirado por el espíritu santo para poner fin a todas las actividades "gloriosas" con la voluptuosa pechugona, cuando nos sentamos esa noche en la habitación de Wisdom y les dije que el tamaño de mi polla estaba entre Giyani y Lagos, en realidad le estaba hablando a ella. No follamos esa noche, en todo caso mi determinación por tenerla se hizo más fuerte cuando me levanté y me despedí de Wisdom, y lo dejé con la ramera que aparece en las bolas de cristal de los pastores a cientos de kilómetros de distancia y su acólita.

Esa noche, según supe a la mañana siguiente, las cosas no salieron como estaban previstas. La flaquita a la que hemos decidido llamar Intethe para no seguir llamándola "flaquita" se quedó dormida mientras los tres veían una película. Se estiró en la cama, una cama individual; todos teníamos camas individuales por aquel entonces, camas individuales que a menudo soportaban el doble de su carga designada. Wisdom y Victoria se miraron. De alguna manera empezaron a besarse, de alguna manera ella terminó probando ese tamaño legendario en una silla mientras la amiga que le había sido asignada a él dormía profundamente, sin inmutarse por sus gemidos. Bueno, gemidos no, porque más bien siseaba como la serpiente que era, era una puta siseadora, una siseadora condenadamente sexy. Quizás esa noche gimió; tanto que él tuvo que taparle la boca una o dos veces. Entonces ella decidió que necesitaba desahogarse, así que sugirió que fueran a su habitación. Intethe se despertó sola. Era bastante lista; la aritmética básica sumaba dos. Se marchó, se fue a su piso; nunca las volví a ver juntas, porque el aprendizaje había terminado.

Como a cualquier hombre que se metiera en aquel tarro de miel le resultaba difícil guardarse los dedos pegajosos, me enteré de todo por la mañana, cuando Wisdom entró en mi antro de iniquidad, sin llamar a la puerta, por supuesto, me sacudió del sueño y me contó la fétida historia.

"Vete a la mierda".

No dijo mucho en el enérgico paseo de vuelta desde Park Station. No volví a su habitación ese día, ni por un tiempo por un mensaje furioso que recibí mientras estaba sentado en mi habitación preguntándome cómo termina Undisputed: ¿CÓMO HAS PODIDO DECIRLE A MI NOVIO QUE HEMOS FOLLADO? Aunque debí haberlo imaginado, por la cantidad de veces que me la encontré cocinando en su cocina; sólo pensé que era una irresponsable y que se había gastado todo el dinero de la comida en alcohol. Como hacen las mujeres. Aplaudo la forma en que lo tomó, justo en la barbilla como un campeón. Se molestó con ella, no conmigo. De todos modos, cuando ella volvió después de la ruptura las cosas eran diferentes, yo era la prueba de su infidelidad, pero no era sólo eso, lo que realmente me mantenía alejado de ellos era mi propia culpa.

Ella era una buena folladora, entiendo por qué él se quedó allí. Pero una mujer así es peligrosa, una mujer que se enrolla contigo después de romper con tu compañero de piso y luego se folla a tu vecino y consigue que la perdones como si fuera cualquier mierda de un martes es una mujer que te llevará al borde de la muerte, si tu suerte es realmente una mierda te hará recorrer todo el camino y tú tendrás que remar completamente solo. Las putas son putas y la culpa era de un gilipollas, sin embargo no podíamos evitar cruzarnos en los pasillos y él soltaba un chiste (del que yo estaba obligado a reírme) con la garganta seca, me lanzaba un Shamorta o algún otro insulto en su lengua salvaje, sólo para demostrar que seguíamos siendo colegas.

Entonces, Thando ocupaba uno de los tres dormitorios del piso, Wisdom el otro y Selassie el tercero. Empezamos a salir mucho porque a los dos nos encantaba fumar y, sinceramente, las mujeres, tío, follar con mujeres... ya sabes. Su nombre de nacimiento era Silas, pero ya sabes cómo se pone todo cuando fumas marihuana: conspiraciones no tan descabelladas sobre blancos queriendo robarnos nuestras cosas, reggae, patois y finalmente un dictador etíope que llevaba un sombrero de caza y se compadecía de los leones y las abejas y le pateaba el culo a Mussolini se convierte en tu dios.

Y yo soy un sucio calcetín de empollón, colocado como un Wailer, sin importarme dos mierdas. Y hay una niñita a la que perseguí un tiempo al principio, la solté y volvió revoloteando hacia mí. Siempre me gustaron las guapas. Regla del dedo corazón: nunca te acuestes con alguien junto a quien no te importaría despertarte durante mucho, mucho tiempo. O sonriendo como si acabaras de robar una elección africana cuando te dice que está preñada. Espera a que vean esto...

Era mona como un panda, con pecas y una sonrisa de media luna perfecta, y un día, asomando un cigarrillo acodado en la ventana de Sellassie para que a Wisdom no le diera un ataque de asma, hablamos durante quince minutos. Había pasado un tiempo y ella quería saberlo todo. En primer lugar, "¿cómo estás? Bla, bla, ¿y qué haces?".

"Fumar maría".

"Siempre me he preguntado cómo es colocarse".

"Deberías probar".

"No sé, es que... me gustaría pero tengo sinusitis". Todavía puedo ver su nariz y su labio superior rozados de frotarlos con pañuelos de papel durante el puto invierno que casi siempre me mataba. "No puedo fumar".

"¿Has probado las magdalenas?".

Zie era un tipo que conocí a través de Boobs. Boobs era un tío guay; joder, todavía lo petamos de vez en cuando ahora que internet ya no es tan pretencioso menos y todos llevamos ordenadores en el bolsillo trasero, pero Zie estaba como una puta cabra. Una vez quedamos con Zie en uno de los innumerables bares del campus. No soy de estar sacando estereotipos y perfiles raciales de hijos de puta, por muy negro que yo sea, pero un hijo de puta de color con una perilla envuelta en cinta aislante no es el tipo de soplapollas al que quieres pegar. Pero joder, si las chicas me están tomando el pelo me niego a ser un pelele. No puedo recordar el nombre de la chica, diablos, ni siquiera recuerdo cómo llegué a casa esa noche, sé que caminé por Hillbrow sin que me pasara nada, debí ser un espectáculo, incluso para los pharas, debieron mirarme como... Lo que sí recuerdo es que sonó una buena canción y me entraron ganas de bailar. Si bailo con una chica y aun así no se enamora de mi, es gay. Creo que fue mi abuelo o algún otro sabio quien me lo dijo. Pero no podía levantarme.

"Mierda". Dije.

"¿Qué?".

"No siento las piernas".

Se moría de risa. Quise unirme, pero realmente no sentía las piernas y estaba teniendo pensamientos intrusivos tipo Joe-Swanson. Entonces su risa cesó tan rápido como había crepitado. "Mierda".

"¿Qué?".

"No siento las piernas". Fue entonces cuando me uní a la risa. Charlamos un rato, ella se recuperó primero. La miré bailar y deseé ser Beatrix Kiddo en la parte trasera de mi Pussy Wagon, pero le llevó como seis horas mover el dedo gordo del pie. Yo tardé bastante menos, para entonces la noche ya había terminado. 
Pero Zie me enseño a hacer magdalenas de marihuana.

"Igual podría probarlas. Mi problema es con el humo".

"Genial, en mi casa, ¿mañana a las siete?". El resto de la conversación lo dejamos para la cita.

Cuando ella vino, ya tenía todos los ingredientes preparados: aceite de pescado, que es como Selassie y, al parecer, todo el país llaman al aceite de cocina, huevos y preparado para magdalenas cortesía del supermercado de tu amigable barrio y el ingrediente mágico cortesía del vendedor de dulces de tu amigable barrio. Lo que me perdí de la lección de Zie-Barba de chivo fue cuánto había que echar en la mezcla. Mezclé la masa y la metí en el horno, pensando que dos cogollos serían suficientes para dos adultos. Ahora que lo pienso, fumar un solo cogollo me lleva bastante tiempo. No debí hacer eso.

Todavía puedo verla sentada en mi cama, en la habitación ordenada para la ocasión, y me doy cuenta de que sigo tan pillado con esta mujer que no puedo hacer ningún movimiento. A veces todavía me sorprende, esa sensación de respetar a una mujer y ahorrarle el sermón sobre el ecuador y la proporción adecuada. Hablamos de un montón de cosas. Ella era muy alegre, Dios, quería callarla con un beso, pero mis sentimientos, mis emociones, me lo impedían; quería "respetarla". En todo caso, empezamos a comer. Nos comimos una magdalena cada uno y nos quedamos sentados un rato.

"Esta mierda no está funcionando. Creo que me voy a tomar otra". No hubo discusión, fue en el momento. Tomé otra también, por camaradería y tal, a pellizcos. Nunca había hecho eso antes, así que, ¿quién sabe cómo podría salir? Lo que pasa con el Piff, y lo aprendí por experiencia, es que no es como el alcohol: no puedes meterte los dedos en la garganta y hacerlo desaparecer, o salir. Esa mierda se te mete en la cabeza, en la sangre, en el corazón, en tu puto espíritu y te puede matar; como aquella vez que me coloqué en el piso cuarenta del edificio más alto de África y saltar tenía tanto sentido que sobreviví encerrándome, escondiéndome las llaves y engullendo café como un... puto... Joder, pregúntale a aquel chaval que se puso tan paranoico con sus colegas que gritó: "¡Mierda, me queréis matar!" y saltó por el balcón para salvarse. Desde un quinto piso... No sé, creo que lo que quedó de él, lo que rasparon del pavimento, cabía en una caja de zapatos. Ella empezó una tercera. Iba por la mitad y yo por la segunda cuando le dije que parara.

La primera vez siempre te pega fuerte. Dlos y yo estábamos sentados con Mdluli, que fumaba esa mierda como si fuera tabaco. Nunca nos habíamos colocado y formábamos parte de la brigada de "esta mierda no me hace nada". Me perdí a mitad de la historia, me recosté y observé las estrellas, que... chispeaban. De todos modos, pillé la última parte de la historia, entendí que a un amigo común, al que llamábamos Rasta, lo habían sorprendido deambulando por la noche unos simpáticos justicieros, de esos que disfrutan con la violencia y se disfrazan de patrulla vecinal, y le preguntaron adónde iba.

"Voy a ver a Mdluli".

"¿En mitad de la noche?".

"Sí, necesito pedirle algo urgente".

"¿Qué es eso que no puede esperar hasta mañana?".

"No puedo decirlo". Sonaba ridículo y extraño, así que lo acompañaron para verificar su historia. Mdluli abre la puerta y se topa con unos golpes y con la inquietante escena de unos hombres armados que acompañan a su amigo esposado.

"Bueno, ya estamos aquí, dile lo que quieres".

"Condones".

Intenté con todas mis fuerzas dejar de reír, pero fracasé estrepitosamente. Aquella puta cosa se había acercado sigilosamente, me había dado un puñetazo y me había estado riendo durante horas. Cuanta más experiencia tenía, más me daba cuenta de que se trataba de una emboscada y de que aquella estúpida chica de los senos paranasales, aquella estúpida chica de la que estaba estúpidamente enamorado, se precipitaba de cabeza hacia una espesura malvada equipada con una tonelada de armas cuerpo a cuerpo.

"Deja de comer".

"¿Qué? Estoy disfrutando. Y no me está haciendo nada. En realidad, creo que he terminado con estos experimentos. Puedo tachar la hierba de mi lista. No me hace nada. Tal vez si la fumara como los demás, pero no puedo porque tengo sinusitis. ¿Te hablé de mi sinusitis? O sea, claro, por eso estamos haciendo esto ¿verdad? Te lo dije y tratamos de hornearla y es muy decepcionante, como que de verdad quería drogarme y ver de qué va tanto alboroto al respecto, ya sabes, la gente siempre está hablando de la hierba ... y de drogarse ... pero estoy bien ... como ... tal vez ... no sé... hay diferentes tipos de hierba... quizás la próxima vez podamos probar una variedad diferente, ya sabes... No sé tío, ya sabes a qué me refiero... ¿qué variedades hay? Tú deberías saberlo. Tú eres el experto aquí. Realmente no siento nada ahora mismo. En absoluto. ¿Cómo se supone que debo sentirme? ¿Lo hiciste bien? ¿No hay algún paso que te hayas saltado o algo? Claro que dijiste que era la primera vez que la mezclabas, no creo que lo hayas hecho bien. Oye, ¿te queda algo de hierba? Creo que lo voy a hacer yo misma. Creo debo hornearla yo para asegurarme de que funciona o no funciona, más que nada para poder tacharla de mi lista para siempre y saber que esto se acabó para mí".

"Estás colocadísima".

"¿Sí?". Lo pensó por un momento. Tenía los ojos vidriosos; definitivamente le había subido de golpe a la cabeza. Pasó horas riéndose. Nos reímos juntos, ella más que yo. Desconectó mi teléfono de los altavoces y conectó el suyo, puso una música malísima y bailó mientras yo la miraba: yo, como que no sentía las piernas. Pero bailó como si fueran los años sesenta, se ató una de mis corbatas tipo Rambo a la cabeza, giró, alzó las manos, se desternilló de risa, saludó como esos muñecos hinchables que hay al lado de las autopistas, de lado a lado, balanceándose como una tormenta ruidosa, se desplomó en mi cama, y se rió de la bombilla desnuda. Me levanté del escritorio, me senté a su lado y sus ojos vidriosos me atravesaron hasta llegar a mi alma. Le eché el pelo hacia atrás y le dejé la cara al descubierto, con aquella naricilla respingona. Me incorporé, ella levantó la mano con los ojos nublados y me acarició el rostro. Cerré los ojos y saboreé el momento.

Cuando los abrí, le dije que tenía que irse. No lo entendió, pero aun así dejó que la llevara medio a cuestas a su casa. Su piso no estaba lejos del mío, lo cual estaba bien. La deseaba, quería llevarla a la cama, y Dios sabe que lo hice, pero no de ese modo, hasta Jehová respeta el libre albedrío... a menos que sea el de María. Y ella no era María.

La llamada llegó, tal y como se esperaba; soy uno de los buenos. Eso es código de chicas para "pringado". Bueno, a la mierda. Puta drogadicta. 

La siguiente vez que salimos, que creo que fue la última, no freímos cogollos de marihuana en aceite ni vertimos la mezcla en masa y cascamos huevos. Estuvimos de tranqui con Selassie y vimos una copia pirata de la nueva película de El equipo A. Por alguna razón estaba decidido a embarcarme en una amistad, no sé por qué pero aquella chica gustaba realmente, en un plan horrible, tipo Don Quijote y la Virgen María.
Selassie y yo nos habíamos metido un buen porro en el cuerpo antes de empezar, Hannibal era un hombre fascinante, chupando su puro en medio de aquel caos embriagador, ella, mi princesa de nariz respingona, era la única que veía con claridad. De vez en cuando salíamos a fumar un cigarrillo para que nos diera un subidón; no podíamos hacerlo en la habitación porque ella y sus senos paranasales estaban allí dentro y Wisdom tenía sus problemas de asma. Putos defectos de fábrica.

Selassie salió y regresó más rápido de lo que se tarda en encender una cerilla.

"Vecino", dijo, asomando solo la cabeza por una ligera abertura en la puerta, "ven rápido". Me levanté y lo encontré en la cocina. La puerta de Wisdom está abierta, Victoria estaba de pie en el umbral, histérica de cojones, y Selassie señalaba en esa dirección.

He visto algunas cosas feas en mi vida, tal vez por eso no me decido a entrar. Lo acabo haciendo de todos modos, avanzo unos centímetros y me giro en la habitación. Está tumbado en la cama, convulsionando, con los ojos como de pescado hervido. Sí, este imbécil se está muriendo. ¿Qué es lo que ha pasado? Habrá dos versiones: la primera será que Victoria había estado fumando en la habitación, la segunda -no me preguntes cómo sé que es la versión real de los hechos- será que se pelearon, como hacen todas las parejas normales. Y como suelen hacer las mujeres, ella le golpeó donde más duele. Verás, Wisdom no bajó de esa provincia de relámpagos artificiales llevando sólo el gran paquete por el que su gente es famosa; como es costumbre entre los suyos, también vino a la gran ciudad con su uniforme completo: con una gorra que parece de guardia ferroviario, la insignia plateada tipo "Walker, TexasRanger, soy el sheriff" junto con el paño verde que va debajo, y la foto del tipo que es como el Papa o el Ayatolá de la secta que seguía. Soy un hijo de puta, pero nunca me burlo de la religión de un hombre hasta que se pone histérico y le da un ataque de asma. Aparentemente, Victoria no comparte mi sentido de la etiqueta. En cualquier caso, este cabrón se está muriendo.

Todo el mundo está en la puerta pero yo entro, probablemente porque estoy medio loco y colocado como un campanario. Una vez, antes de que me acostara con  su chica y se lo contara, Wisdom me mostró dos inhaladores.

"Si alguna vez tengo un ataque y estás cerca, pásame éste. Si la cosa se pone muy seria, utiliza este". No importa que no esté prestando atención mientras un hombre me dice cómo salvarle la vida en lo que -claramente- es un escenario inevitable, también soy ligeramente disléxico, así que ahora mismo sé que deberíamos estar buscando un inhalador, pero por mi vida -y por la suya- no puedo recordar de qué color lo estamos buscando.

"Buscad un inhalador". Victoria no puede moverse. No es una visión agradable (gracias a Dios, estoy colocado) y ella es la causante de todo esto, así que imagino que se siente bastante mal ahora mismo. Selassie entra, rebusca en los cajones (no es una visión agradable, pero, gracias a Dios, está colocado) y la señorita Sinusitis hace su entrada.

"¿Qué pasa?" Le lanzo a la señorita Sinusitis una mirada retórica que murmura ¿tú qué cojones crees? "Llama a una ambulancia". Recuerdo que su madre es médica. ¿He pasado tanto tiempo en el Tercer Mundo que he olvidado que a veces las ambulancias funcionan... en otros lugares? Victoria juega torpemente con su teléfono como un villano de película con su pistola porque al guionista le falta creatividad para que lo maten de forma convincente.

"¿Cuál es el número?". Los locales murmuran entre ellos, mientras yo miro a este tío, que se muere delante de mí. Se está desmayando... A la mierda. Salto sobre él y le propino una buena bofetada, pero no pasa nada. Le suelto otra, lo agarro de la ropa y lo zarandeo como si fuera él quien se hubiese follado a mi chica. Murmura algo, ¡bienvenido de nuevo entre los vivos! Otra bofetada le sentará bien, así que se la doy. Ahora tiene la cara crispada. Los nativos han averiguado el número de la ambulancia porque la madre de la señorita Sinusitis es médica, pero nadie quiere hablar con el operador, así que me pasan el teléfono. El tío tiene la cabeza colgando en el aire porque lo tengo agarrado por el cuello de la camisa, yo estoy sentado encima de él y sostengo el teléfono en la otra mano.

"Hola, necesito una ambulancia en tal, edificio esquina tal y tal".

"¿Cuál es la emergencia?".

"Nuestro amigo está sufriendo un ataque de asma".

"¿Cuál es su estado?".

"Ahora mismo está inconsciente, lo estoy abofeteando para que se despierte". Entonces noto que el idiota se ha quedado flácido en mis manos. ¿Estará muerto? "Espere...". Sostengo el teléfono entre el hombro y la oreja, le doy una buena bofetada y añado un revés de Serena. Se queja. "¿Sí?".

"¿Ha intentado administrarle el inhalador?".

"No encontramos el inhalador". En cuanto digo "inhalador", el tipo vuelve a la vida y gruñe algo en voz baja. "¿Qué dices?".

"¿No lo encontráis?".

"Sí, espere... ¿Qué dices?".

"Digo que si no encontráis el inhalador".

Gruñe.

¿Ha dicho 'pompa'? "¡Cállese un momento!".

"¿Qué?".

"¿Qué?".

"¿No encuentra la bomba de asma?".

Oh, ha dicho bomba.

Miro hacia atrás. "¿Alguien ha encontrado la bomba?". Por lo visto soy tan entretenido como la estrella de rock que siempre supe que llegaría a ser, pero ya nadie busca el puto inhalador.

Mierda. Se ha vuelto a poner flácido.

¡Plaf!

"Vale, ahora está hablando".

"¿Qué ha pasado?".

"Le he dado una bofetada".

"¿Le ha dado una bofetada?".

"Unas cuantas, sí".

"¿Por qué?".

"Para salvarle la vida".

"¿Cómo?".

"Mire, funcionó".

"Vale. ¿Qué está pasando ahora?".

"Estamos buscando la bomba".

"¿Cómo está?".

"Está medio despierto, si vuelve a perder el conocimiento tendré que darle otra bofetada".

"¿Por qué le pega?"

"Son primeros auxilios. Mire, ¿va a enviar una ambulancia o no?"

"No lo sé, ¿debería?".

"Si todos los que atienden las llamada de emergencia son así, los de este país es preocupante".

"¿Qué?".

"Vecino, lo he encontrado".

"Hemos encontrado la bomba."

"Vale."

Es la azul.

"¿Qué pasa ahora?"

Mierda, ¿es la azul la correcta en este caso? Me imagino que no hay mucha diferencia, mira, si un tío no puede alcanzar su propio dispositivo para respirar ya está bastante jodido, así que aquí no se trata de un rollo de pastilla azul o roja. No estamos en The Matrix, esto es la vida real, joder; un inhalador es un inhalador, aunque recuerdo perfectamente que dijo que el color equivocado podría matarlo. A la mierda. Le quito la tapa con los dientes, se lo meto en la boca y aprieto... respira el elixir en aerosol y, de algún modo, entiendo que quiere otra dosis, así que le doy otra rociada... Espero no matar a este hijo de puta...

"Se lo acabo de meter en la boca".

"Bien. ¿Y qué pasa?".

Por Dios, no quiero ser el tío que se folló a su chica y luego mató al tío.

"Le rocié la garganta". Me siento encima de él, observo a este cabrón. No se va a morir... no se va a morir... no se va a morir... ¿verdad?

Se pasa la mano por la garganta.

"Creo que se va a poner bien, gracias por no colgar. ¿Puedo llamarle si pasa algo?". Si mato al tipo...

"Por supuesto".

"Gracias".

Me bajo del cornudo. Se deja caer de nuevo sobre la cama, coge el inhalador y le da unas cuantas caladas con manos de Parkinson. Me siento en una silla, le observo con los otros tres pares de ojos de la habitación. Nadie dice nada.

Cuando se levanta, pasa un buen rato. Se queda sentado, mirando al suelo, como cualquier hombre que acaba de enfrentarse a la muerte. Y ha vivido para contarlo... a su debido tiempo. La habitación está en silencio, lo único que se oye es el sonido de afuera: parloteo, tráfico ocasional. Al cabo de una semana levanta la cara lentamente, me mira y sisea: "Shamorta". Ahora todos podemos respirar, todos podemos reír.

"Oye", carraspea, "¿por qué me duele tanto la cara?".

Ahora estamos en paz.

Después de aquello, ella estaba cachonda, salí a fumar y me siguió.A la mierda sus senos paranasales, no me importaba en qué dirección soplara el viento, acababa de arruinar mi colocón con una experiencia cercana a la muerte que ni siquiera era mía. No conseguí el polvo del héroe, seguía deseándola, pero no de esa manera; hasta Yahvé respeta el libre albedrío.

La última vez que vi a Victoria había montado una fiesta y se estaba metiendo cocaína. Decía que se la había dado el nigeriano con el que follaba. Había un DJ en aquel pequeño apartamento, una montón de gente y aún más de alcohol. Ella estaba frotándose contra mi entrepierna mientras yo estaba sentado en una silla, besó al puto DJ justo así, con el culo en mis huevos y todo, y creo que esa fue la gota que colmó el vaso. Me fui, completamente jodido, colgado del brazo de Selassie. Estuvimos afuera un minuto mientras asimilaba la escena.

Me acordé de la primera vez, de aquella dulce chica que inclinaba la cabeza hacia un lado y me preguntaba qué clase de amigo era yo por irme sin despedirme, me decía lo rápido que le latía el corazón, y yo sentía sus latidos, masajeaba el tejido que lo cubría, la estrechaba entre mis brazos y la besaba como un condenado. Ella había desbloqueado su puerta, alguien estaba forzando la barra antirrobo de sus... ¿nos pillarían besándonos en el pasillo? No, si podía evitarlo. Abrí su puerta de golpe y la arrastré hasta la cocina, la besé contra los fogones sin importarme una mierda si alguien, uno de sus dos compañeros de piso, acababa de cocinar algo y estaba... nos besamos como una colisión de aviones, era agradable, lo juro, me lancé sobre ella, busqué en los bolsillos de su carne como una plegaria y me arranqué la camisa. Mi mechero desechable salió despedido de mis vaqueros, explotó al chocar contra el suelo y arruinó el momento.

"Espera".

Mierda china barata.

"¿Qué?".

"Aquí no".

"¿Dónde?".

"Ve a tu cuarto, te seguiré".

"No". Que me aspen si me trago esa mierda a mi edad.

"Te seguiré, lo prometo". No le creo. "Toma, quédate con mi teléfono".

Me lo meto en el bolsillo y tras vestirme avergonzado, me deslizo en retirada fuera de la habitación. Arriba, saco mi propio teléfono, lo apago, apago el suyo y tiro los dos encima del armario. Una ducha acabará con la erección. Podría ser peor, ¿no?

No me seco al salir, sólo las piernas para no ensuciar el suelo común. He dejado la calefacción encendida, estos inviernos siempre están a punto de matarme. Sé que mi habitación es agradable y cálida, como una vagina, con paredes rojas (de pintura luminescente), como una vagina, me deslizaré dentro, y encontraré paz para pasar la noche. Entro y cierro la puerta, al hacerlo casi me sobresalto, pero no lo hago porque nadie llama a la puerta en el antro de la iniquidad, y ella está allí de pie, en lencería, toda esa curvatura, juventud sensual, el puto culo que no lograré montar por detrás a pesar de todo mi vigor y deseo, imaginación y poesía; ella está ahí, querido señor, una visión en rojo, rojo de pecado aterciopelado y delicioso, una visión para eones, marcada indeleblemente en la inmensidad de todo lo que he sido y he conocido, más brillante que Aludra.

Finalmente, Selassie me arrastró por la escalera de incendios. Puede que estuviera sollozando. Volví la vista al umbral donde todo comenzó. "¿Sabes?", dijo, "algún día escribirás sobre este lugar".

"Vete a la mierda".