Si fracasa, no se desespere: ¡échele la culpa al tiempo y al árbitro!
Moni Stănilă es una escritora polifacética nacida en 1978 en el oeste de Rumanía. Tras estudiar teología ortodoxa, no solo ha destacado como poeta, sino también como autora de libros infantiles y novelas. En 2019 también publicó una biografía literaria sobre el escultor rumano-francés Constantin Brâncuși. Recientemente ha recibido el premio Radio România Cultural en la categoría de poesía y el prestigioso premio Observator Cultural por su último poemario Ofsaid publicado por Nemira en Bucarest en 2022.
Supongamos que, debido al cambio climático global, granizase con más frecuencia en los ciruelos de la colina de mi pueblo y mi padre solo pudiera preparar el famoso aguardiente de frutas rumano pălincă cada cuatro años, el mismo tiempo que ha de transcurrir hasta las próximas elecciones parlamentarias o el próximo campeonato de fútbol. Se habló mucho también de meteorología cuando surgieron preguntas sobre el estado de los estadios en Alemania, sede de la Eurocopa 2024, pero quizá deberíamos preocuparnos más por el aguardiente que por los estadios alemanes, porque la calidad alemana es proverbial, incluso cuando el tiempo no acompaña o los árbitros se equivocan.
Después de todo, el elemento más temido en el fútbol sigue siendo el árbitro, como el crítico literario en la literatura. Es decir: ni juega ni pierde nunca. Es más fácil ver poesía donde no la hay que escribirla; y es mucho más fácil ver una falta cuando Neymar o Messi se lanzan a la refriega sobre el terreno de juego, que marcar un gol. Pero como Neymar y Messi no son europeos, puede que este año los árbitros lo hagan un poco mejor que los críticos literarios. Aunque también hay equipos en Europa que son queridos tanto por los aficionados como por los árbitros.
Es cierto que, por metro cuadrado, hay innumerables seguidores de España o Italia no sólo en los países que no pasan de la fase de grupos, sino también entre los árbitros. Sin embargo, estamos acostumbrados a que Alemania lo haga bien en Mundiales y Eurocopas. Bueno, eso no ocurrió en Rusia, pero creo que es incluso mejor así. Me alegro de que la selección rumana no lograra llegar a Rusia. Es el lugar del que te quieres marchar tan rápido como lo hizo Alemania. A menos que seas Croacia y tengas un jugador como Domagoj Vida, tan simpático y tan loco como para cantar "Slava Ukrajini" ("Gloria a Ucrania") con una cerveza en la mano tras los partidos, porque solo los futbolistas del Dinamo de Kiev sabían perfectamente que la guerra ya había comenzado en 2014.
NemiraMoni Stănilă | Ofsaid | Nemira | 155 páginas | 39,99 LEI
Pero mencionemos el ya desdibujado Mundial de Qatar y volvamos a plantear la cuestión de si el segundo gol de Japón fue un gol de verdad o un gol del árbitro. Porque el VAR sólo hace una cosa: mosquearnos aún más. Cómo decide desde qué ángulo nos muestra la repetición (¡si es que nos la muestra!). Al menos en el Mundial 2022 ocurrió una cosa realmente bonita: que ganó Argentina. Por lo demás: 1000 polémicas y un mes completamente inapropiado para la cerveza. ¿Qué clase de campeonato es este? ¡En invierno! Eso no le gusta a nadie. Pero lo que sí nos gusta es que no haya VAR para los escritores. Así que a veces un buen libro llega a la final sin saque inicial, e incluso en invierno: con Pălincă en lugar de cerveza.
La final de Brasil en 2014 podría haber sido un 1 de enero frío y tormentoso, porque no salí de casa, no compré cerveza y no comí nada para no revolverme el estómago. Solo unos días antes, en algún lugar del pueblo, de buen humor y con muchos amigos, había aplaudido cada diez minutos cuando Alemania marcaba contra Brasil. Era la única hincha de Alemania en un mar de expertos que intentaban explicarme la superioridad de Brasil, el talento innato, la teoría del huevo y la gallina, la formación y descomposición de las galaxias, el Big Bang y muchas otras cosas irrelevantes en relación a aquel día. Pero vayamos al meollo de la cuestión: aquel año, Brasil era como un escritor mediocre que es alabado por los críticos literarios, homenajeado y presentado en festivales internacionales, hasta que un día se encuentra en una lectura pública con un escritor brillante. Cuando el público emite su juicio, la crítica literaria ya no puede salvar la situación. Pero volvamos al partido: reconozco que yo tampoco esperaba tantos goles, y estoy seguro de que Colombia con James Rodríguez lo habría hecho mejor en la semifinal que Brasil con los árbitros.
Lo bueno de la literatura es que, me guste quien me guste, no me van a pegar por la calle por ello. Puede que algún amigo prosista no me vuelva a hablar por haber dicho públicamente que Faulkner es mejor que Salinger, pero no me juego el pellejo. Otra ventaja en literatura es que no existe una directiva internacional que diga que, haga lo que haga el crítico literario, todos los demás tienen que darle crédito. No, con nosotros es mejor. Sólo estamos de acuerdo con un crítico si nos elogia. En el fútbol es más difícil. No se puede criticar a los árbitros. No se puede preguntar cómo la FIFA pudo organizar un Mundial en Rusia e, inmediatamente después, otro en Qatar . Hay que decir que en la FIFA no hay intereses políticos ni financieros, ni árbitros influyentes. Acabamos de ver que los árbitros tienen razón incluso si el balón vuela fuera del campo y no pitan nada. Ni siquiera entonces se les puede abatir. Las palizas sólo se las llevan los aficionados.
Poema del mes: 34. Vivimos bien durante un tiempo
En mi caso, sólo en dos ocasiones estuve a punto de recibir una paliza por culpa del fútbol. La primera vez fue en la Eurocopa 2016, cuando Alemania ganó a Italia en los penaltis. ¡Menudo día! Yo estaba en una terraza en Arad (Rumanía), a orillas del río Mureș, donde cientos de aficionados veían el partido. Estábamos sentados en una mesa con unas veinte personas, la mitad de las cuales no tenían ni idea de fútbol, pero animaban a Alemania gracias a mi entusiasmo; la otra mitad incluía a un seguidor encubierto de Italia. La reacción tras el último disparo provocó que saliéramos de allí corriendo. Todos los demás aficionados estaban furiosos. La segunda vez que ocurrió fue en 2018 en Chisinau (República de Moldavia), durante un partido entre Rusia y Croacia, en un bar lleno de aficionados rusos. No se nos escapó que estábamos del lado de Croacia hasta el minuto 101. ¡Qué gritos! ¡Qué riesgo! ¡Qué poema escribí después! Y eso es exactamente lo que le pido a la Eurocopa 2024: mucha poesía y árbitros honestos. Lo demás ya se verá. Mi país ha vuelto a sentarse a la mesa del fútbol mundial. Por no hablar de mi alegría tras el sorteo de grupos: estaba tan extasiada como si estuviera en la lista de finalistas de un gran premio literario. Bélgica, a por todas. Para el segundo puesto, tendríamos a Rumanía, Eslovaquia y un equipo de la repesca. En resumen, ¡podría imaginarme a Rumanía en el podio! El caso es que ahora ni siquiera puedo culpar a los árbitros. ¿Cómo demonios acabó Ucrania en el grupo con Rumanía? Yo habría deseado otra cosa. Pero, ¿qué se le va a hacer? El 14 de junio veremos la primera victoria de Alemania, y el 17 de junio veré el partido entre Rumanía y Ucrania junto al mar (¡publicaré una foto!).
Alemania, por su parte, sólo puede aspirar a superar la fase de grupos a base de victorias. Sin embargo, también hay algunos equipos que podrían dar la sorpresa. Desde que Bob Dylan ganó el Premio Nobel de Literatura, creo que cualquier escenario es posible en la Eurocopa (suponiendo que los árbitros no hagan de las suyas). Esto no quiere decir en absoluto que Bob Dylan no sea poeta o que España no tenga ni idea de fútbol. Sin embargo, yo también apostaría por goles de Bellingham o Kane. En cuanto al amistoso entre Alemania y Ucrania, no desesperemos. Alemania es el único equipo que sabe que los amistosos son realmente amistosos; incluso Rumanía celebró una histórica victoria por 5-1 sobre Alemania en 2004. Los resultados de los últimos años no dicen nada sobre los resultados en la Eurocopa. Porque a pesar de las modestas actuaciones de los últimos años, es hora de que Manuel Neuer se lleve a casa un gol en la Eurocopa (¡y el trofeo!), y por lo que a mí respecta, es hora de que Rumanía supere la fase de grupos con al menos dos goles de Hagi. Y si no ocurre ni lo uno ni lo otro, echaré la culpa a los árbitros, como hago siempre, y diré que los críticos literarios han vuelto a conceder el Nobel a un gran cantante, mientras los grandes poetas aún por traducir esperan que dejen de echarse a perder las ciruelas rumanas.