Al principio

Navigation

Al principio

Un poema sobre la búsqueda de un hogar interior y el silencio de la desesperación
Alaa Hassanien

Alaa Hassanien es una poeta, escritora, periodista y cineasta egipcia. Nacida en 1996 en Arabia Saudí de padres egipcios, se licenció en el Instituto Superior de Arte Dramático de El Cairo y vive en Francia desde 2022. Ha publicado cinco libros de poesía y relatos cortos. En 2015 fue galardonada en París con el Premio UNESCO de Poesía Árabe.

He escrito sobre el mar
Sobre mi deseo de irme lejos
Pero ya estoy lejos
No hay nada que esté más lejos.
He dejado de escribir
Como un hombre renuncia al amor
O como una mujer abandona
a su ardiente deseo
de ser amada.

Como intento renunciar
a la tristeza y a la esperanza.
Pero mi corazón no deja de latir
Y con cada latido escucho un gemido.

Nada importa
Estoy cansada de quejarme
Y día tras día
La poesía de mi corazón se desvanece
Como si nunca hubiera pronunciado un poema.
Como si nunca hubiera sido
Nunca hubiera sentido tristeza
Nunca hubiera escrito sobre el mar
Ni recordado del mar
Como si nunca me hubiera ahogado
Y Dios nunca hubiera extendido su mano azul
Hacia mi corazón
Como si nunca hubiera exhalado
Un gran soplo doloroso,
Ni hubiera dicho: "Aquí tienes otra vida".
Entonces fui más lejos
Más lejos que la arena que se desliza entre los dedos
Más lejos que el temblor de todo el cuerpo
Y seguí adelante
Pero Dios no miró dentro de mi corazón
O, si lo hizo
No se dio cuenta
De cuánto agotamiento cargaba este corazón
Cuánto cansancio

Oh, el cansancio.

Mi corazón se endurece.
Y maduro
Pierdo la intuición infantil
Pierdo las ganas de escribir
Como si mañana fuera el último de mis días.

Los días se repiten
Mi intuición se deteriora
Y Dios se aleja de mi lecho
Y ya no tiendo la mano hacia él
para retenerlo
Como si me hubiera acostumbrado a la ausencia
Como si me hubiera cansado de rezar.

Pero, ¿quién puede detener los gemidos?
¿De dónde vienen los sollozos?
De un moretón en mi corazón
En mi pierna
En mi brazo
Moretones por todas partes
Y la madre muerta se encarna en mí
Y ya no escucho ni voz
ni susurro.

Amo a un hombre que no me conoce
Un ser humano como yo.
No lo idolatro
No creo que venga de una nube
Ni que esté perdido en la niebla.

Lo amo y conozco sus debilidades
No lo he tocado, no lo he olido
Pero lo veo
Venir cada día
Caminando ante mis ojos.

Mucho aire nos separa.
El aire que ambos respiramos.

Pero eso no alivia mi desasosiego
No disminuye mi pasión infantil
Por la muerte
Ah, la muerte.

Es terrible evocar la infancia y la muerte.
Pero mi infancia siempre se mezcló con ella
No conocí otra cosa.
Dios sólo me habló cuando estaba a punto de ahogarme.
Cuando estaba bajo el agua
Entonces vino su voz desde lejos
Vino su mano
Y vino su inspiración divina.

Desde entonces, he estado buscando a Dios
Buscando la muerte
Desde entonces, cada hombre que he amado
ha sido Dios.

Pero he dejado de creer
En ese hábito secreto que no confieso
a los demás
No les digo que Dios es mi amante en todas partes
Y que quisiera tomarle la mano

Digo que no creo en él.
¿Quién creería en un fantasma o en una imagen?
¿Quién podría creer en un paño negro que cubre los espejos?

En secreto, creo
En secreto, rezo
Y recito plegarias

En secreto, digo: "Señor, si existes, ilumíname".
En secreto, canto: "Hazme un faro o una luna. Hazme un faro o una luna".
Y creo mis propias oraciones
Las crío como se cría a un cachorro
Las riego como una nube a un sediento
Soy un faro
Soy una luna.

¿Quién hace la última interpretación?
Nadie.

No hay nadie aquí a quien decirle: 
"Mira,
Ahí van las luciérnagas. "
No hay nadie aquí para escuchar mi voz
Ni siquiera Dios
Ni siquiera el hombre que amé.

Estoy buscando un final para mis días
que se parezca a mí
Como saltar por la ventana
y que una nube me atrape
Como caer de un puente
y que dos brazos me atrapen.

Intento pasar página
Y ya no quiero
vivir
Ni morir
Soy como una piedra que tropieza en el camino.

Sin sueños termino los últimos días
Sin alegría
Me refugio en la ternura
En la dulce compañía

En los días que no son negros
Ni blancos

En el recuerdo de mis gatos
que murieron 
Y quizá se convirtieron en un limonero.

En el recuerdo, evito los días
Como si hubiera llegado al final de la noche.
Al hilo blanco
y al hilo negro
y los hubiera separado.

Qué cerca está la noche 
Boca de finales sobre mi cadáver
Dos brazos amados contemplan
El recuerdo del tacto
Una mano familiar cierra los párpados

Y sé que no viviré mucho
Y me alegro
Y lloro
¿Es esto sangre?
¿Es esto agua?
¿Es este un río en el que me ahogué sin importarme?

Qué lejos están los días
Qué cerca la pena
Qué extrañas son estas marcas en el camino

Quizá al principio eran personas
Quizá al principio yo era una piedra.