Entre el trauma y el sueño: la literatura contemporánea china

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Entre el trauma y el sueño: la literatura contemporánea china

La fantasía, la ciencia ficción y la poesía desempeñan un papel importante en China como vehículos publicitarios para el nacionalismo estatal y las empresas de redes sociales. Pero las novelas Boys Love se consideran una amenaza...
Jessica Imbach

Jessica Imbach es profesora adjunta de Sinología/China contemporánea en la Universidad Albert Ludwig de Friburgo desde abril de 2024. Anteriormente fue profesora en el Instituto de Asia y Oriente de la Universidad de Zúrich. Su investigación analiza las interrelaciones entre la literatura, la política y los nuevos medios de comunicación, y su proyecto actual se centra en el auge de la fantasía y la ciencia ficción en China desde la década de 1990.

A finales de mayo, en la provincia china de Gansu, un gran número de escritoras —aún no se conocen las cifras exactas— se enfrentaron a toda la dureza y arbitrariedad del sistema judicial chino. Afrontan multas elevadas y penas de varios años de prisión por un delito que en China está tipificado en la ley contra la pornografía, pero que resulta tan insólito que incluso ha provocado incredulidad y críticas entre los comentaristas chinos: la escritura de novelas románticas eróticas. Como en ocasiones anteriores, la policía se centró explícitamente en la llamada literatura Boys Love, un subgénero de la novela romántica muy extendido en toda Asia Oriental, en el que la pareja protagonista está formada por dos hombres. Se publica principalmente en plataformas literarias digitales —en el caso que nos ocupa, en la plataforma taiwanesa Haitang—, donde los autores publican sus textos por capítulos y los lectores pueden suscribirse a sus obras favoritas a cambio de una cuota. Pese a su contenido homoerótico, se trata de un tipo de literatura escrito y leído predominantemente por mujeres, ya sea por el deseo de explorar el deseo romántico y sexual más allá de los estereotipos femeninos, por la búsqueda de un modesto ingreso extra o simplemente por un sentimiento de comunidad subcultural. Sin embargo, la intervención tan estricta del Estado responde en este caso a motivos principalmente relacionados con la política familiar: la literatura Boys Love se considera una expresión de la creciente cultura del celibato en China, en la que las mujeres anteponen la independencia y la carrera profesional al matrimonio y la familia. Precisamente la complejidad del fenómeno refleja la peculiar situación en la que se desenvuelve la literatura en la China actual: un espacio de tensión en el que se superponen de forma compleja y a veces contradictoria los discursos sobre valores, los intereses económicos, la acelerada digitalización y la fuerte injerencia estatal.

La literatura como asunto de Estado

La veneración de la palabra escrita no es solo una tradición en China. El diagnóstico de los intelectuales progresistas a principios del siglo XX, según el cual la derrota militar de China frente a las potencias coloniales europeas —y, para gran consternación de la élite política de la época, frente a su vecino Japón, al que se consideraba atrasado—, se debía en gran medida a la doctrina confuciana del Estado. Esta idea tuvo consecuencias especialmente trascendentales. Irónicamente, sin embargo, la solución que propusieron era profundamente confuciana: solo una nueva literatura podría modernizar China. En particular, se atribuyeron poderes casi sobrenaturales a la idea de una «nueva novela». Por ejemplo, el reformador Liang Qichao, de finales de la dinastía Qing, afirmó en un ensayo programático que nada tenía más poder sobre las personas que la literatura y que, por lo tanto, «el único camino hacia un nuevo pueblo pasa por una nueva novela». Hoy en día, estas palabras pueden parecer absurdas y alejadas de la realidad, pero la idea de que la literatura debe desempeñar un papel relevante en todos los ámbitos de la vida pública ha sido un tema recurrente a lo largo del siglo XX. Sin embargo, fue la revolución maoísta y su política cultural inspirada en la Unión Soviética la que contribuyó en gran medida al éxito de esta idea. En un primer momento, se trataba de la movilización militar contra Japón, pero luego también de la aplicación de reformas agrarias, la lucha contra las supersticiones, la educación política y, siempre en primer plano, la glorificación de la Revolución China.

Bajo el mandato de Xi Jinping, muchas condiciones pueden haber cambiado, pero él sigue adhiriéndose a la idea fundamental de que la literatura debe ser un reflejo significativo de la sociedad. El control estatal sigue siendo un problema: según la hoja de ruta oficial del sector cultural chino, el país debe transformarse en una «superpotencia cultural» para 2035. En 2013, por ejemplo, Xi lanzó una campaña con el ambicioso eslógan «Contar bien la historia de China» (jianghao Zhongguo gushi 讲好中国故事). A diferencia de lo que ocurría en tiempos de Mao, la campaña no establece directrices temáticas o estilísticas concretas. La literatura y el arte deben transmitir una «imagen positiva y multidimensional de China», pero la configuración concreta de la narración se deja en manos de los propios actores culturales.

Literatura en Internet

Sin embargo, para comprender por qué la literatura sigue teniendo una gran repercusión social, no basta con remitirse a su importancia histórica y a la ideología estatal. Hoy en día, gran parte de la literatura se desarrolla fuera del ámbito tradicional, sobre todo en el entorno digital. La literatura en Internet —que se publica a gran velocidad, se consume en serie y a menudo se crea de forma interactiva—, llega hoy en día a un público masivo en China y ha convertido a algunos autores en multimillonarios. Para hacerse una idea de la magnitud de la popularidad de la literatura digital en China, basta con echar un vistazo a las estadísticas más recientes: más de la mitad de los aproximadamente 900 millones de usuarios de Internet en China leen literatura en internet a diario. Aún más llamativo que las cifras en sí mismas, es el hecho de que el Centro de Información de la Red de Internet de China registre estadísticamente la lectura literaria. Aunque el Estado vigila cada vez más de cerca esta esfera digital e interviene con campañas puntuales de limpieza, como en el caso de las autoras detenidas de Haitang, hasta ahora no se ha impuesto un control estricto, entre otras cosas porque la literatura en Internet suele ser hoy en día la fuente de inspiración de series de televisión, mangas y videojuegos. Por lo tanto, tiene una gran importancia económica para la industria cultural y creativa de China.

En las plataformas literarias digitales se ha impuesto sobre todo la literatura fantástica, que puede ampliarse continuamente y, por lo tanto, resulta ideal para un modelo de negocio basado en suscripciones y en la fidelización continua de los lectores: las novelas interminables prometen beneficios interminables. Las tramas, tremendamente largas, suelen seguir la lógica de los videojuegos. Los protagonistas pasan de un nivel a otro, derrotando constantemente a nuevos enemigos y mejorando continuamente sus habilidades mágicas. Para muchos autores, esta mecánica narrativa es desde hace tiempo una estrategia de carrera en el mundo real. Ya no es solo el éxito literario lo que prima, sino la perspectiva de una lucrativa adaptación de su obra.

En la literatura fantástica, además, se reinterpretan acontecimientos históricos o se imaginan futuros que no siempre coinciden con las narrativas históricas y las visiones del progreso propagadas por el Estado. Precisamente este potencial subversivo supone un enorme desafío al que las plataformas intentan hacer frente no solo con software de censura automatizado, sino también con sistemas de incentivos que recompensan a los lectores cuando denuncian pasajes considerados problemáticos. La justificación oficial es que se trata de proteger a los menores, pero en China los argumentos morales suelen ser una excusa para el control político. Así, los contenidos que podrían interpretarse como ideológicamente divergentes se regulan bajo el manto de la moralidad.

Sin embargo, para la gran mayoría de los autores y lectores, lo importante no es ganar dinero rápido ni derrocar al régimen, sino el sentimiento de comunidad que se crea en torno a las obras y los géneros que aman. Lo que surge es una visión muy idealizada de la literatura, que encarna como ninguna otra actividad artística la esperanza de ascenso social y realización personal. Las plataformas literarias ofrecen a los jóvenes chinos una oportunidad accesible de participar en este sueño.

La poesía como estrategia de marketing

Solo si se comprende el inquebrantable atractivo que aún tiene en China este sueño literario, es posible entender por qué a las grandes empresas y las corporaciones tecnológicas chinas les gusta presentarse bajo una luz literaria. Así, tanto BiliBili, similar a YouTube, como la plataforma de vídeos cortos Kuaishou, principal competidor de Tik Tok en China, han publicado en los últimos años antologías poéticas con contribuciones de sus usuarios. Los poemas son en su mayoría muy sencillos y sentimentales, pero es precisamente aquí donde se pone de manifiesto lo profundamente ligada que parece estar la literatura a las esperanzas e ideales sociales de todos los estratos de la población. Por otra parte, las plataformas chinas, que en los últimos años han sido objeto de duras críticas por su oferta de entretenimiento, a veces muy vulgar, pueden presentarse como actores culturalmente relevantes y socialmente responsables a través de la poesía.

Mientras que la poesía funciona como una buena estrategia de marketing para las plataformas de redes sociales con una imagen deteriorada, las megacorporaciones y las empresas tecnológicas estatales están particularmente interesadas en la ciencia ficción. Así, en los últimos años, la plataforma mediática Future Affairs Administration, especializada en contenidos de ciencia ficción, ha organizado diversas colaboraciones entre el sector industrial chino —incluidas empresas estatales como la operadora energética SPIC— y autores del género. De la colaboración con Ant Group, que gestiona la plataforma de compras TaoBao, surgió la antología Land of Hope, cuyos relatos abordan temas como la inteligencia artificial y el comercio electrónico. La publicación más reciente de este tipo se ha realizado con el fabricante de automóviles BYD. En consonancia con la imagen que tiene de sí mismo, el grupo ha titulado con orgullo la antología resultante Architects of the future.

La ciencia ficción goza de gran popularidad. El género se considera cada vez más un símbolo del progreso tecnológico de China y su cultura de la innovación. En este contexto, el éxito de la ciencia ficción china se interpreta como un reflejo de la transformación del país, que ha pasado de ser un centro de producción mundial a convertirse en un país líder en tecnología avanzada y pensamiento orientado al futuro. De forma anecdótica, se cuenta que en las escuelas del Partido, donde los cuadros comunistas reciben su formación política, ahora se enseña  El problema de los tres cuerpos, el éxito de ventas de Liu Cixin,. Y recientemente, el vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos, Qiu Huadong, llegó a declarar que la ciencia ficción tendrá un papel central en la futura «batalla cultural entre grandes potencias» (daguo wenhua boyi 大国文化博弈).

La búsqueda de espacios sin propósito

Lejos del bullicio de las plataformas literarias comerciales y del entusiasmo tecnocrático por la ciencia ficción, últimamente han ganado notoriedad las voces literarias provenientes de los estratos sociales más desfavorecidos. El último en lograrlo ha sido Hu Anyan, cuyo libro de relatos autobiográficos, Reparto paquetes en Pekín, expone con gran franqueza los abusos de la economía gig en China. A primera vista, puede sorprender que se haya podido publicar un texto tan crítico, pero un factor clave para esta aparente tolerancia hacia la narrativa obrera, actualmente muy popular —otro ejemplo es Fan Yusu— es el hecho de que, en los últimos años, el Partido Comunista se ha venido presentado cada vez más como una fuerza disciplinaria contra los excesos capitalistas, por ejemplo, haciendo desaparecer de la vida pública a poderosos empresarios. Ahora bien, la existencia de este tipo de textos no debe ocultarnos el hecho de que cada vez hay más tabúes y que un número creciente de escritores e intelectuales urbanos ya no pueden publicar sus textos en China. Aun así, muchos siguen escribiendo y sus textos circulan en grupos de chat privados con autores afines. Para esta literatura clandestina se ha acuñado en Internet el término «literatura de cajón» (chouti wenxue 抽屉文学). El resurgimiento digital de este término, introducido originalmente para referirse a la literatura escrita en secreto durante la época maoísta, pone de manifiesto que, en general, el discurso literario se ha vuelto a estrechar considerablemente en los últimos años. Hoy en día, casi nadie en China cree que la literatura pueda provocar un cambio social radical. Pero lo que une a todos los ámbitos de la literatura china, desde la ficción Boys Love hasta la nueva «literatura de cajón», es la constatación de que, para la gran mayoría de los chinos, la literatura es sobre todo un lugar al que anhelan llegar.


El ensayo de Jessica Imbach se publicó originalmente en Geschichte der Gegenwart. Agradecemos su amable autorización para volver a publicarlo.