El germen de la vergüenza

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El germen de la vergüenza

Extrañas manifestaciones de la vergüenza en la sociedad ruandesa
Lise Nova Berwadushime
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Lise Nova Berwadushime

Lise Nova Berwadushime es una poeta, editora, traductora y escritora ruandesa. Sus obras abarcan desde poemas hasta cuentos infantiles y entradas de blog. Es autora del poemario  East of Faith West of Fear.

La semilla de la vergüenza se puede sembrar en una personas sin que ésta sean consciente de ello. Desde los cinco años, en cuanto pude entender las palabras de mi madre, yo misma me convertí en terreno abonado para la vergüenza. Entonces, como ahora, la vergüenza se utilizaba para educar a los niños y enseñarles virtudes. La peor pesadilla de un niño era que le amenazaran con contar a sus compañeros que hacía una determinada cosa, como mojar la cama o comer azúcar, porque a su tierna edad sabía exactamente lo que eran la vergüenza y el pudor. Recuerdo que de niña intercambiaba el sitio en la cama con mi hermana para que mi madre pensara que era ella y no yo la que la había mojado, porque era incomprensible que una niña grande como yo mojara la cama cuando su hermana pequeña no lo hacía. Así de fácil se plantó la semilla y germinó.

El fruto de esta vergüenza arraigada se hizo más evidente cuando falleció mi abuelo en 2015. Yo tenía quince años y estaba en quinto curso de un internado de un solo sexo dirigido por monjas de la Iglesia católica. Estos colegios son muy estrictos en lo que respecta a la educación de sus alumnos. Es muy difícil conseguir permiso para salir o incluso para que alguien te visite. Recuerdo una vez alrededor de las 10 de la mañana y que yo salía de la cantina para desayunar. Para mi sorpresa, vi a mi madre y a mi hermana pequeña sentadas en un banco delante del despacho del director. Las saludé y les pregunté qué hacían allí. Como de costumbre, mi madre me dijo que no me preocupara por lo que me iba a contar. Me dijo que el abuelo había muerto y que iban de camino al entierro. La forma en que lo dijo, con ligereza y cierta despreocupación, me impidió siquiera fingir estar triste.

Mucho antes de que el abuelo falleciera, no se llevaba bien con mamá por alguna razón, así que murió después de un largo periodo en el que no me hablaba con él. Según los recuerdos que conservo, el abuelo era mi amigo. De todos sus nietos que conozco, soy la única al que puso un apodo. Cuando murió, no me dejaron ir a enterrarlo porque mi madre dijo que estaba demasiado enferma para llevar le casco de la moto. Por aquel entonces, tenía un absceso en la oreja izquierda demasiado grande para montar en moto. Además, estaba en un colegio de monjas y mi madre ya me había dicho que no tenía que ir. Se celebró el funeral y no fui. Incluso seguí con mi vida y mis estudios como si nada.

East of Faith west of Fear

Lise Nova Berwadushime | East of Faith, West of Fear | Amazon Publishing | 42 páginas | 6,97 EUR

Me sorprende cómo el luto, el duelo y la expresión de sentimientos de amor figuran entre las cosas que desencadenan vergüenza en mi sociedad. Personalmente, decir que echo de menos a mi abuelo me provoca sentimientos de vulnerabilidad, culpa y, sobre todo, vergüenza. Mencionar su nombre, rememorar nuestros recuerdos o decir lo mucho que le quería es vergonzoso porque, como adulta, se supone que ya lo he superado. Después de tantos años, ¿cómo es posible que una chica como yo siga llorando la muerte de un anciano?

Aparte de emociones tan fuertes como el dolor y la pérdida, en mi país, las muestras de romanticismo en público, como la de cogerse de la mano, por no hablar de besarse, son algo mucho peor, tanto si estás casado como si no. Miles de ojos te miran como si estuvieras cometiendo un sacrilegio, incluso antes de que hayas terminado lo que estés haciendo con tu pareja. Decirle a la gente abiertamente que la quieres, sin ni siquiera añadir un insulto para "suavizarlo" y que no suene sincero, es otro acto vergonzoso, sobre todo si es un hombre el que se lo dice a otro hombre. Prefieres decirle a una persona en público que la odias a decirle abiertamente que la quieres, porque en este caso tendrías que dar muchas explicaciones.

Recuerdo otro día que le dije a mi madre que la quería en un mensaje de texto. ¡Al día siguiente no podía ni mirarla a la cara! No sé por qué, pero expresar nuestros sentimientos abiertamente se asocia con la vulnerabilidad, la timidez y la vergüenza. Si lo pensamos bien, la vergüenza surge de las pequeñas cosas que nos dicen cuando somos pequeños, como "no hagas esto o aquello". En mi cultura se elogia la opacidad frente a la franqueza y la expresión de los sentimientos. En mi opinión, desaprender es más difícil que aprender, así que todavía me cuesta lidiar con las oleadas de vergüenza que me invaden cuando expreso mis sentimientos abiertamente, no a través de un texto sino cara a cara, incluso ahora que me he dado cuenta de que está bien expresar lo que sientes. También me sigue costando aprender de mis errores sin castigarme, porque cada vez que meto la pata resuena en mi cabeza el susurro de "¿cómo ha podido hacer esto una mujer adulta como tú?" Creo que hay muchas otras maneras de educar y enseñar buenas virtudes sin valerse de la vergüenza, y espero poder usarlas con mis hijos.

 


Serie de artículos "Vergüenza"

Este texto forma parte de una serie de artículos en los que autores de todo el mundo informan sobre la vergüenza en su cultura, así como sobre sus propias experiencias personales al respecto.  Puede encontrar un resumen de todos los artículos en el enlace que aparece al principio de este texto.